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La actitud de confianza en la capacidad para reformar la realidad, propia del Renacimiento, se transforma en una visión pesimista, en la que la miseria del pueblo, la relajación de la sociedad y la ruina de la Monarquía hacen que la mirada se vuelva hacia dentro.
El autor barroco desconfía de un mundo que le parece inconsistente, y se repliega en su interior, intentando encontrar la verdad moral. Sus elucubraciones se tornan angustiadas y extremosas. La temática responde al estado de conciencia de decadencia. La poesía expresa la fugacidad, la caducidad, la inestable fortuna, la mudanza. En definitiva, la labor inexorable del tiempo -"ninguna cosa dura o sea eterna"-; el hombre sólo puede intervenir para dilatar el plazo. El mundo es problemático, y los poetas lo miran con recelo; la naturaleza es engañosa, y la beldad, mentirosa. Un sentimiento de infelicidad aletea en gran parte de la lírica de este período.
Góngora, Lope, Quevedo, Salinas, Rioja o Calderón de la Barca pondrán sus ojos en la realidad que les rodea y se enfrentarán, en ocasiones, agriamente a ella. En todos ellos predomina un sentido individualista que les aleja del Renacimiento; no es momento de utópicas empresas, sino de meditación solitaria. De: FONOTECA LITERARIA. Antología poética. Por Pilar González de Mendoza. Alhambra Longman S. A., España. 1990. |
JUAN DE SALINAS |
FRANCISCO DE RIOJA |
PEDRO CALDERÓN DE LA BARCA |