¡En el mundo está la luz,
y en la luz está la ceiba,
y en la ceiba está la verde
llamarada de la América!
¡Ea, ceiba, ea, ea!
Árbol-ceiba no ha nacido
y la damos por eterna,
indios quitos no la plantan
y los ríos no la riegan.
Tuerce y tuerce contra el cielo
veinte cobras verdaderas,
y al pasar por ella el viento
canta toda como Débora.
¡Ea, ceiba, ea, ea!
No la alcanzan los ganados
ni le llega la saeta.
Miedo de ella tiene el hacha
y las llamas no la queman.
En sus gajos, de repente,
se arrebata y se ensangrienta
y después su santa leche
cae en cuajos y guedejas.
¡Ea, ceiba, ea, ea!
A su sombra de giganta
bailan todas las doncellas,
y sus madres que están muertas
bajan a bailar con ellas.
¡Ea, ceiba, ea, ea!
Damos una y otra mano
a las vivas y a las muertas,
y giramos y giramos
las mujeres y las ceibas...
¡En el mundo está la luz
y en la luz está la ceiba,
y en la ceiba está la verde,
llamarada de la Tierra!
De: Ternura
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