Vuelvo los ojos a mi propia historia.
Sueños, más sueños y más sueños... gloria,
más gloria... odio... un ruiseñor huyendo...
y asómbrame no ver en toda ella
ni un rasgo, ni un esbozo, ni una huella
del dulce mal con que me estoy muriendo.
Torno a mirar hacia el camino andado...
Mi marcha fue una marcha de soldado,
con paso vencedor, a todo estruendo;
mi alegrÃa una bárbara alegrÃa...
Y en nada está la sombra todavÃa
del dulce mal con que me estoy muriendo.
Surgió una cumbre frente a mÃ; quisieron
otros mil coronarla y no pudieron;
sólo yo quedé arriba, sonriendo,
y allÃ, suelta la voz, tendido el brazo,
nunca sentà ni el leve picotazo,
del dulce mal con que me estoy muriendo.
Volvà la frente hacia el más bello ocaso...
Mil bravos se rindieron al fracaso
mas, yo fui vencedor del mal tremendo;
fui gloria empurpurada y vespertina,
sin presentir la marcha clandestina
del dulce mal con que me estoy muriendo.
Fuerzas y potestades me sitiaron
y, prueba sobre prueba, acorralaron
mi fe, que ni la cambio ni la vendo,
y yo les vi marchar con su despecho
feliz, sin presentir nada en mi pecho
del dulce mal con que me estoy muriendo.
Mujeres... por mi gloria y por mis luchas
en muchas partes se me dieron muchas
y en todas partes me dormà queriendo
y en la mañana hacia otro amor seguÃa,
pero en ninguno el dardo presentÃa
del dulce mal con que me estoy muriendo.
Y un dÃa fue la torpe circunstancia
de quedarnos a solas en la estancia,
leyendo juntos, sin estar leyendo,
mirarnos en los ojos, sin malicia,
y quedarnos después con la delicia
del dulce mal con que me estoy muriendo.
De: AntologÃa
|