Nadie eligió su herencia.
Ni tú ni yo. Nosotros no elegimos.
Fue un desigual reparto. Fue un trallazo,
un tajo doloroso y dolorido,
un cuchillo de sombras, una herida
derramada en hondura y sin alivio...
Y aquà estoy, aquà estamos
con nuestra herencia en alto, sorprendidos
con este filo ronco en la garganta,
con este agudo y fiero y roto filo,
con esta manda bronca a flor de labios,
con esta vieja herencia y este grito.
Lo llevo en las entrañas, aguzado,
lo llevo en la conciencia ¡tan preciso!
Me cerca y acorrala dÃa y noche
su rueda de navajas y cuchillos.
MÃo es el viejo acento de la tierra,
mÃos la oscura ley y el desvarÃo,
mÃos el hosco resonar del monte,
el pulso de la tierra enfebrecido,
la vaharada ardiente de la sangre,
el toro de la noche y su bramido.
A esta sombrÃa herencia no renuncio,
a esta herencia sombrÃa me resigno:
con mi garganta rota lo proclamo,
con mis manos vacÃas hoy lo escribo,
con mi emoción despierta lo subrayo,
con mi porción de tiempo fecho y firmo.
De: Canto llano
|