Pinta la armonÃa simétrica que los ojos perciben
en la hermosura, con otra de música
Cantar, Feliciana, intento   Â
tu belleza celebrada;Â Â
y pues ha de ser cantada, Â
tú serás el instrumento. Â
De tu cabeza adornada,   Â
dice mi amor sin recelo Â
que los tiples de tu pelo Â
la tienen tan entonada;Â Â
pues con presunción no poca Â
publica con voz süave   Â
que, como componer sabe, Â
él solamente te toca. Â
Las claves y puntos dejas Â
que amor apuntar intente, Â
del espacio de tu frente   Â
a la regla de tus cejas. Â
Tus ojos, al facistol Â
que hace tu rostro capaz, Â
de tu nariz al compás Â
cantan el re mi fa sol.
El clavel bien concertado Â
en tu rostro no disuena, Â
porque junto a la azucena, Â
te hacen el color templado.
 Â
Tu discreción milagrosa
con tu hermosura concuerda;
mas la palabra más cuerda Â
si toca al labio, se roza. Â
Tu garganta es quien penetra Â
al canto las invenciones,
porque tiene deducciones Â
y porque es quien mete letra. Â
Conquistas los corazones Â
con imperio soberano, Â
porque tienes en tu mano
los signos e inclinaciones. Â
No tocaré la estrechura Â
de tu talle primoroso;Â Â
que es paso dificultoso Â
el quiebro de tu cintura.
Tiene en tu pie mi esperanza Â
todos sus deleites juntos;Â Â
que como no sube puntos Â
nunca puede hacer mudanza. Â
Y aunque a subir no se atreve   Â
en canto llano, de punto, Â
en echando contrapunto Â
blasona de semibreve. Â
Tu cuerpo, a compás obrado,
de proporción a porfÃa,
hace divina armonÃa Â
por lo bien organizado. Â
Callo, pues mal te descifra Â
mi amor en rudas canciones, Â
pues que de las perfecciones,   Â
sola tú sabes la cifra.
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