Ustedes, todos
han visto alguna vez
cómo, súbitamente,
un nido cae por tierra,
abierta y rota
la unidad con el árbol,
y se vuelve barro:
la materia prima de su nobleza
degradándolo;
así,
la comprensión,
fascinante Alegría
en el vasto dominio de lo amargo,
fascinante
en las tentativas de comunidad,
era en nosotros
el arma por excelencia,
una cualidad
que aplicada a lo civilizado
nos enseñaría bellas actitudes,
nos ayudaría
a eliminar la pugna
de la flor carnicera y la mosca,
y el desorden que nos mueve,
pero en un segundo, sin pestañear,
sin el aviso de una lágrima,
cae también ella,
extraña ya
a los lazos que pudieron ser
casi de amor.
Esta comparación, alegoría,
pretende que el barro
ha de tener la última palabra
en partir de la inocencia perdida,
como una réplica
a lo torvamente finito que nos rodea,
contra la paradoja que afirma
que ninguna decadencia es regresión,
que toda caída es una regeneración.
De: La condición necesaria
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