Ó Dios, ó mi Dios, mira por mí, ¿porqué me has desamparado? Alejan de mí la salvación los clamores de mis delitos.
Ó Dios mío, de dia clamaré y no me oirás: y de noche, y no podrán imputármelo á necedad.
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Como agua me he disüelto, y se descoyuntaron todos mis huesos.
Hízose mi corazón como cera derretida, en medio de mis entrañas.
Secóse como tiesto mi vigor, y pegóse mi lengua á mi paladar, y me voy reduciendo al polvo de la muerte.
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Tú sólo, sólo Tú, ¡Sér de los seres!
Sabes la esencia, y los misterios sabes...
De esta lira inmortal los sones graves Solo pueden brotar cuando tú quieres.
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¡Liras del alma, remontad las voces!, ¡llenad la tierra!, ¡fatigad los vientos!.
¡Que surquen el espacio ecos veloces!,
¡Que se hinchen las esferas de concentos!
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Soy hoja que el viento lleva, Pero eleva
A ti un susurro de amor;
Soy una vida prestada,
Que en su nada
Tu infinito ama, Señor!
Soy un perenne deseo,
Y en ti veo
Mi objeto digno, inmortal.
Soy una inquieta esperanza Que en ti alcanza
Su complemento final.
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¡Y tú, que este anhelar del alma entiendes,
Y en quien su alta ambición reposo alcanza,
hoy, que en sublime fe mi pecho enciendes, Préstale alas de fuego á mi esperanza!
¡Pueda tus huellas adorar de hinojos; Pueda entrever las orlas de tu manto;
Y un rayo hiera de tu luz mis ojos;
Y un soplo aspire de tu aliento santo!
De: Devocionario nuevo y completísimo en prosa y verso
por la Sra. Doña Gertrudis Gomez de Avellaneda
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