En el desván, muy solo, sombríamente
solo de un sonoro silencio circuido,
el violín empolvado sueña y duerme,
Sin el dulce consuelo de un sonido
Ha mucho que las manos milagrosas
Del virtuoso exquisito ya no existen.
Y él se ha quedado así, afluado y firme.
Dulce y solo. Esperando
Se ha llenado allá arriba de formas y
El virtuoso no viene, y es la génesis larga
Y angustiosa y sombría
Y tiene tantos sueños, tantas ansías,
De cantar, de sonar, de ser herido,
En el desván, muy solo, sombríamente solo
De un sonoro silencio circuido
Al fin, una mañana, las manos de su dueño
Descarnadas y frías, han preludiado un himno;
Y el violín milagroso, de su sueño despierta,
Su torrente de notas ha vertido,
Bajo las manos trágicas del muerto;
Y el desván tuvo entonces mariposas y nidos
Pero, fue sólo un sueño
Nada
El mismo silencio
El desván empolvado, sin un solo sonido
Y entonces el suicida tetraconde, se ha abierto
Las sonoras entrañas con el arco maldito
Esperando la gloria de sonar y estar muerto,
Bajo las mano frías del Virtuoso Infinito.
Publicado en El Imparcial, 1923
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