☰ menú
 
palabra virtual

José Z. Tallet. Poesía y prosa    
    Editora del fonograma:    
    Palabra de esta América    
por José Zacarías Tallet    
Colaboración: Eduardo Ortiz Moreno    
Página web de Voces que dejan huellas    

    Este poema forma parte del acervo de la audiovideoteca
    de Palabra Virtual

Arte poética


A José Antonio Fernández de Castro

¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?
¿Nunca se ha de decir lo que se siente?

Quevedo



Tú, José Antonio, oficialmente culto,
y un cincuenta por ciento
de antologista de rapsodas criollos;
corifeo de artistas ultra-nuevos
e intelectual, pues te paseas entre ellos,
de seguro
que sabes de estas cosas más de un poco.

Hace cerca de un siglo, un bardo melenudo
que ostentaba una simiesca patillita
a una mujer le dijo: “¡Poesía eres tú!”
(Está claro que entonces no había feministas.)

Y hoy, después de cien años, casi, casi,
todavía hay legiones de liróforos,
pero de crema fría y miel rosada,
que, tomándola en serio, siguen aquella broma,
y, los ojos en blanco y la mano en el pecho
(lado izquierdo),
y la voz temblorosa y hueca,
nos largan una espínela como ésta:

          Desde que tú me miraste
          sólo conozco dolores.
          ¡Tales son las tristes flores
          que en mi corazón sembraste!
          Mi pobre alma traspasaste
          con los dardos de tus ojos
          y entre punzantes abrojos
          me condenaste a vivir,
          ¡o a eternamente morir
          ante tus plantas, de hinojos!

Y ella es su novia, pero no lo sabe.

Otros, reyes de mundos interiores,
de dieciséis a diecisiete,
deshollinan su espíritu lleno de telarañas
y exteriorizan su interior desguace,
dando a la rosa de los vientos
mil endechas alejandrinizadas.
Ejemplo:
          “¡Oh, qué angustia infinita y qué tristezas vagas
          se adueñan de mi espíritu en estos en estos grises días:
          me asedian los recuerdos de mis horas aciagas,
          mis nostalgias, mis tedios y mis melancolías!”

Son sus horas aciagas cuando papá les dijo:
“Hoy no te doy un medio para el cine,”

.(No cuento a los que cantan a la raza
y dicen que Maceo es biznieto del Cid,
y otras sandeces de la misma casta.)

De tal suerte,
el sonsonete eterno del chorro de melaza
o del chorro de acíbar.

La escala del Parnaso ha setenta escalones.
AI otro extremo,
están los sedicentes poetas de vanguardia,
que decapitan el humo de sus metáforas
y degüellan el ritmo de sus parábolas;
y es Darío para ellos Tut-Ankh-Amen,
y de tal año para atrás el arte es nulo.

¡Qué espanto ante lo fuerte y lo prosaico!
¡Qué esclavitud!
¡Qué desdén por lo romántico y lo clásico!
¡Y qué impotencia!

Cursiladas y boberías.
Entre Bécquer y Marinetti hay un mundo de poesía.

Hay poesía en un par de aquesas,
hay poesía en un par de aquestas,
y hay mucha poesía entre ésa y ésa.
En la sonrisa estúpida de un niño,
en la caricia de una madre impura,
en el tímido ademán de un limosnero,
en la cadencia salvaje de la rumba,
en las eses de los borrachos
y hasta en un parte policíaco.

Hay poesía en el motor de un auto
y en el trapiche de cualquier ingenio,
en la Ludlow y linotipos de la imprenta,
en la mirada serenísima de Edison
y en la en la cuchilla del Dr. Nogueira.
Como en las albas tocas de Sor Juana,
hay poesía en la punta de una lanza
y en la velocidad de una bala.
Y en la sotana cándida de Pío,
y en los ojos del Dalai Lama
y en la dureza de la Kaaba.

Hay poesía en el negrito limpiabotas,
y en la bodega de Monestina
(Blanco y Animas)
y como en el geranio ventanero,
en un bosque de ceibas centenarias.
Y en los legajos de las notarías,
y en los libros mayores y en los diarios,
y la hay en la bolita y en el poker,
como la hay en las carreras de caballos.
Y hay poesía en un agua mala
y en el informe de un fiscal
y en una píldora de
opio y en el rabo del alacrán.

Hay poesía en el anacoreta,
y la hay en la masa proletaria,
en Prado 1; en la Loma del Príncipe,
y en la tragedia de un regimiento que pasa.

Hay poesía en una bicicleta
y en la barriga de un burgués
y en un cuello de celuloide
y en un juego de balompié.
Y en una trompada de Dempsey,
y del Bambino, en un batazo,
y en una pirueta de Chaplin
y en un gesto de Gloria Swanson.
Y en la espalda de los estibadores
y en los bíceps de hierro del herrero,
y en los bueyes que tiran del arado,
y en un trasatlántico raid aéreo.

Hay poesía en la frente de Lenin,
y hay quien la encuentra en il duce italo;
y hay poesía en el pipis y gañas
y en un policía de tránsito
y en el rabo del alacrán.

Y mucha y buena en una trompetilla,
y en los modales de una de una virulilla,
y en la campana y en la campanilla.

Hay poesía en un centro espiritista,
y hasta en una cocción vegetariana.
Y hay poesía en los editoriales
y poesía en la primera plana.

Y en las proclamas de Sandino
y en los millones de Henry Ford,
y en el drama grotesco de un tarrudo,
y en la nueva constitución.

Hay poesía en la rumba de un esqueleto,
y hay poesía en las gallinas cluecas
y en las blasfemias de un carretonero.
¡Mas la cuestión es dar con ella!


De: Poesía y prosa



JOSÉ ZACARÍAS TALLET






regresar