I
Aquella flor
con la que hablaba sola de niña,
¿no eras Tú?,
¿no era la corola de tu oído?
Aquella flor
que nada me decía,
pero que con seguridad
me conocía sin reproche,
¿quién era?,
¿la Reina, la Señora de todo lo creado,
la Pudorosa, envuelta en un instante?
II
La reconozco sin dudas,
recogida en mi olvido;
eras Tú en mi jardín
jugando con una niña,
disimulado en flor
para no asustarla,
para que no se diera cuenta,
no exigirle que llevara
un secreto tan grande
para sus años,
y para que siguiera viviendo.
Eras Tú, mi Testigo,
mi Escudo,
mi Padre.
III
Y también era Ella,
Mansa, Perdurable, Tranquila,
Compasiva, Llorosa, Maternal.
Y ahora soy
aquella niña
inclinada sobre la flor,
aquella forma mía
sostenida por ella en silencio.
Ah, pero sé que a esta flor
se vuelve
por el Camino del Llanto.
De: La flor del llanto
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