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	 Entre tantos oficios ejerzo éste que no es mío, 
como un amo implacable 
me obliga a trabajar de día, de noche, 
con dolor, con amor, 
bajo la lluvia, en la catástrofe, 
cuando se abren los brazos de la ternura o del alma, 
cuando la enfermedad hunde las manos. 
 
A este oficio me obligan los dolores ajenos, 
las lágrimas, los pañuelos saludadores, 
las promesas en medio del otoño o del fuego, 
los besos del encuentro, los besos del adiós, 
todo me obliga a trabajar con las palabras, con la sangre. 
 
Nunca fui el dueño de mis cenizas, mis versos, 
rostros oscuros los escriben como tirar contra la muerte. 
 
 
 
 
De: Velorio del solo 
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