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	   Al olmo viejo, hendido por el rayo  
y en su mitad podrido,  
con las lluvias de abril y el sol de mayo  
algunas hojas verdes le han salido.  
 
  ¡El olmo centenario en la colina  
que lame el Duero! Un musgo amarillento  
le mancha la corteza blanquecina  
al tronco carcomido y polvoriento.  
 
  No será, cual los álamos cantores  
que guardan el camino y la ribera,  
habitado de pardos ruiseñores.  
 
  Ejército de hormigas en hilera  
va trepando por él, y en sus entrañas  
urden sus telas grises las arañas.  
 
  Antes que te derribe, olmo del Duero,  
con su hacha el leñador, y el carpintero  
te convierta en melena de campana,  
lanza de carro o yugo de carreta;  
antes que rojo en el hogar, mañana,  
ardas en alguna mísera caseta,  
al borde de un camino;  
antes que te descuaje un torbellino  
y tronche el soplo de las sierras blancas;  
antes que el río hasta la mar te empuje  
por valles y barrancas,   
olmo, quiero anotar en mi cartera  
la gracia de tu rama verdecida.  
 
Mi corazón espera  
también, hacia la luz y hacia la vida,  
otro milagro de la primavera. 
 
 
 
 
De: Poesías completas (1917) 
 
 
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