☰ menú
 



Ronda de amor

El colibrí

El colibrí que vuela en la huerta de mi amiga,
como sobreviviente de la belleza, va a morir.
Pero alguien se para frente al árbol padre y
aprieta el click que dejará vivos sus ojos.

El colibrí ni gana ni pierde; se detiene por
fin en la quietud de la copa, maravillado de sí mismo;
cierra los ojos y se pone a soñar que recomienza.


La virgen

El poeta escruta la telilla de la virgen,
tiembla, sabe tocarla y retirarse, tiembla,
se sabe hundir retrocediendo porque obedece
al clarín que le sangra los oídos.

El poeta abarca la cintura de la virgen con
una sola mano, y brama, y la otra la levanta
con el puño cerrado.

El poeta acaricia el pezón inmaculado —ay
poeta— y revienta su lascivia en cantos
celestiales.

Resonad, resonad bóvedas; que el más tímido
murmullo se reproduzca en la gran nave hasta
que el poeta ensordezca, hasta que aúlle como
los animales aúllan sin comprender. Que
aúlle hasta el infinito y sus ternezas se
desprendan con dolor de su alma y caigan
como gotas de licor dulce en el corazón
de los que aún esperamos el milagro.


El maestro

Ahora doblo la página en ocho partes y en
cada una de ellas pongo alternado su
nombre y el mío.

Se ve bien. Mi pulso anda tranquilo y la
piel de la palma de mi mano se vigoriza.

El maestro me dice que aunque, que la
patria no es esta mezquindad que
acostumbramos; que me asome más hondo.

El que cae de la palabra que usa, cae para
siempre; que me cuide.

Bajo su sombra, ya solo y sin libertad,
oigo pasar caravanas de camellos por mis
venas; ellos llevan la sal, la sorda envidia,
la canalla inclinación a la tristeza.

El sol les unta de manteca el pelo de las
gibas y les apesadumbra el paso. Ellos, con
su felicidad absurda, continúan.

Doblo la página en más partes y recomienzo
con antigua y mordaz caligrafía.


El colibrí

El colibrí oye de cerca el viento. Mientras
hay día hay colibrí. Y a pesar de la
imaginería constante de la naturaleza, a
los ojos del colibrí sólo importan las
flores.

Y canta. Y canta. Porque no tiene redes
con qué apresar la memoria.


De: Causa de vida


ALEJANDRO AURA




regresar