☰ menú
 



Para llegar a amarme...


Este día en el ascensor, la inquietud ha vedado nuestro beso. A pesar de vernos llegar sin el usual cargamento de miedos y quimeras, con los ojos de ópalo y la sed que arde en nuestros cuerpos.

Estás frente a mí , como un jardín de tallos en mis venas, donde estallan flores encendidas. Ardorosa maraña de historias en este suelo de sombras y pájaros de espumas.

Estas en mí, con la pompa del follaje eterno..

Déjame llenar mis labios de sonrisas, entender que mi vida esta hecha para las cumbres y no para los abismos. Quiero alejarme a la estación anónima y acariciar tu cabello de lunas.

Este día la inquietud ha vedado nuestro beso. Se abre el ascensor y un áureo polen cae sobre mi corazón desnudo. Mientras tú permaneces callado y frío.

Es el misterio que abre nuestras manos, es el amor que se fue y no vino. Un viento en los naranjales, donde tiembla el cantar de los ayes...

Miro tu rastro en los caminos vividos: firmando en el silencio, mesas de manteles blancos, noches de castos proyectos, sueños de ramas nerviosas, perfumes verbales, bailes y compases... miro en tu noche: la galantería indiscreta, los donativos a la iglesia y los acentos medidos de tus palabras.

¿cómo encontrar los dóndes, los cómos, los porqués? Como articular lo perdido y aquello que es solo un instante de quien juega a divagar, a soñar... a tener un paisaje irreal y un piano de hojas. Es andar y desandar con los párpados cerrados.

Para llegar a amarme es necesario aprender a estrenar las alas de los pájaros y entregarte sin la embriaguez de las cañadas abiertas.

Hoy te miro como el niño que corre para no asustarse, con su otoño prendido como sol a mi silueta; seguro de vivir para olvidar la vida. No escuchas el ruido de los sueños, la dulce hierba que cae , acaricia y se va, ni la orilla fresca donde los pies desnudos ignoran al viento. No rompes el frío ni salpicas las flores con las palabras.

Tu luna aparece en el cielo al contraluz de la tarde...

La sombra espesa ha callado nuestras bocas, amarrándonos las manos intactas.

He llegado a casa, veo de lejos el tráfico imponente, y destellos de luz sobre las cabezas de los automovilistas. Me siento frente a la computadora, suspendida en el tiempo y conjugo el rojo, el índigo, la plata, la dulzura del otoño, el amarillo.. la música nueva y las estrellas marchitas.


(Poema proporcionado por la autora)


YANIRA SOUNDY




regresar