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Las afueras (V)

De noche,
cuando desciendas.

Pero es inútil, nunca
he de volver a donde tú
nacías ya con forma de recuerdo.

Quizá súbitamente crece
la sangre. Crece la sangre
hasta mucho más lejos que aquel brazo.

Nadie más que la mano desarmada,
la tenue palma
y este dolor.


JAIME GIL DE BIEDMA




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