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La piedra

Es inútil el peso de la piedra
—¿de una piedra
  de todas las piedras?
Porque la piedra quiere pesar
tal vez:
Y eso pues a pesar de su peso
y contra las pesanteces
que entre polvo suciedad
metales óxidos fósiles bacterias secas
la oprimen y la envuelven:
así convirtiéndola en la piedra
—¿una piedra
  todas las piedras?-
que debe quedar agarrada
a su propia dimensión
en sí misma.
Pero es inútil el peso de la piedra:
los aires se mueven
a contraviento
las espumas fulgen
separándose del agua
el alto fuego
de su calor se desprende.
Y así la piedra
—¿una todas?—
vuela nada camina arde
se desabraza de sí
atraída rechazada
por fuerzas que la casualidad
del azar
inyecta en sus moléculas:
la piedra en sí
bestia nacida
del vértigo y la sombra.



De: Rojo es el silencio (2005/2006)


SAÚL IBARGOYEN




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