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Vigilia de la sangre

Te has hundido en mis venas nutriéndolas de yodo
por sencillo milagro: tu mejilla en mi mano.
Y he levantado el ancla para surcar la noche
salomando banderas y mordiendo el espacio.

¡Qué dolorosamente crece, dentro, una imagen,
a medida que la otra disminuye en el tiempo!
Y el oleaje de sangre palpitante y salada
me sacude, me azota, me sumerge en silencios.

Inevitablemente dejo caer mis velas
refrescando desiertos y superando labios.
Y reclino las jarcias deletreando bonanzas,
pero el océano hierve nostálgico de abrazos.

Se adelgazan las sombras fijando una esperanza
que ofrece, pequeñitas, las estrellas del goce.
Y, apartando vigilias, quizás ancle en el sueño
con el mástil clavado vanamente en la noche.


De: Saloma sin Salomar


ROGELIO SINÁN




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