El vino es para acompañarte con mayor deleite,
a la portuguesa, ya ves, en las grandes ocasiones,
un sabor acre a carne cocinada
que deja en la boca la lujuria más honda,
el colmillo para hincar, para morder el suave haz
del pedazo de espalda, humeante, azul al paladar.
Si sigues sollozando no podré parar de masticar,
de ingerir vino del odre rojo de tu embriaguez,
sobre el líquido fermentado espera la carne de puerco
que anuncia, al comerla, la entrada hacia las sombras,
casi sexo, casi putrefacción, para exaltar su aroma.
Con el olor a sangre dando a la nariz
degluto con furor la fibra deshecha, sin pensar en más,
equívoca igualdad que aterra a la materia,
despacio, sin pausa, la lengua es mi instrumento.
No se puede transmitir con palabras limpias,
es un acto impío que me reclama al verte.
Quién trincha tu carne, quién la prueba,
del fondo del cuerpo el paladar consumado asciende,
pies de cerdo, carne magra en salsa de hojarasca,
y de los dientes, se adentra en mi garganta.
De: Revista de la Universidad de San Carlos de Guatemala
Selección: Rafael Gutiérrez
Publicado más tarde en Cabeza de ébano