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Medusa

Desciende la medusa a aguas más profundas,
cada uno de sus abrazos es libre de pecado, peso
que inunda el cuerpo y se adentra en el vientre.
Sólo queda el enigma, sólo la solución podría avanzarte
el mensaje, pero estás condenado por tu ingravidez
al abismo que reclama la misericordia.
No habrá armisticio, medusa sin recuerdo,
no habrá más resultado que el que tu cuerpo busca,
al gusto de dos, para siempre dolido de un dolor que no existe.
Hay que nadar, hay que saber nadar, saltar sobre las ondas,
danza que arrastra la cabellera execrable hasta la hondura
para subir del fondo estrellas de mar, erizos, piedras y algas
que dejan su sal en la boca del bañista.
No hay abrazo que te acoja, siguen bogando hacia la lejanía,
pero en el punto nacarado de tu horizonte muero,
sin saber la causa, ganado por tu voz, diciéndote no.
No pidas permiso, no te servirá
ni el agua que te sacia ni el triunfo de tu fragilidad,
el equívoco de los cabellos, retorcidos, crespos látigos,
un rizo de sangre que inunda la boca, pastosa ahora,
y tu sabor habrá de retenerme para siempre,
por tratar de alejarme, por desprenderme,
de toda negación.





De: Cabeza de ébano


RODOLFO HÄSLER




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