Te palpo, te toco, y las yemas de mis dedos,
habituadas a seguir siempre las tuyas, sienten en
la oscuridad que descendemos. Han cortado todos
los puentes y las cordilleras se hunden, el Pacífico
se hunde, y sus restos caen ante nosotros como
caen los restos de nuestro corazón. Frente a la
muerte alguien nos ha hablado de la resurrección.
¿Significa eso que tus ojos vaciados verán? ¿Qué
mis yemas continuarán palpando las tuyas? Mis
dedos tocan en la oscuridad tus dedos y
descienden como ahora han descendido las
cumbres, el mar, como desciende nuestro amor
muerto, nuestras miradas muertas, como estas
palabras muertas. Como un campo de margaritas
que se doblan te palpo, te toco, y mis manos
buscan en la oscuridad la piel de nieve con que
quizás reviviremos. Pero no, descendidas, de las
cumbres de Los Andes sólo quedan las huellas de
estas palabras, de estas páginas muertas, de un
campo largo y muerto de flores donde las
cordilleras como mortajas blancas, con nosotros
debajo y aún abrazados, se hunden.
De Inri
Prólogo de Alejandro Tarrab
Colección Visor de Poesía
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