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Era un día de visitas...

Era un día de visitas.

La niña trajo en la cabeza un moño de organdí blanco, que al caer de la tarde se fue poniendo celeste, para recuperar en la noche su deslumbrante blancura.

La niña no decía nada; estaba fija; sólo “si” y  “no”, de vez en cuando; las tazas y las copas también estaban tiesas con el alma dentro como un coral livianísimo, un poco de rocío.

A veces los gatos traían pequeños ratones desde los escondites.

La niña no dijo nada y nadie recuerda nada de lo dicho: sólo aquel moño blanco pasando de regreso hacia la sombra.



59 de Clavel y tenebrario


MAROSA DI GIORGIO




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