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El gladiolo se enfermó...

El gladiolo se enfermó.

Desde sus pavorosos cabellos rosados enviaba chispas a mi habitación. En todas sus bocas abiertas tenía lágrimas, rosas y, también huesos y peines. Aterrada clamé a la Virgen “Llévalo”, pero, la Virgen no se separaba de la estampa. Y él ardía como un brasero, una diadema.

Adentro de los pétalos se le formaban cosas.

Cuando quise ayudarlo, ya, era inútil.

Y cerca del alba falleció.



De: La liebre de marzo


MAROSA DI GIORGIO




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