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Me vino un deseo misterioso de ver fruta...

Me vino un deseo misterioso de ver fruta, de comer fruta; y salí a la selva de la casa. Cacé una manzana, un membrillo malvarrosa, una ciruela y su capuchón azul. Asé, ligeramente, una dalia, y la comí, tragué una rosa; vi duraznos y su vino ocre, uvas rojas, negras, blancas; los higos, que albergan, por igual, al Diablo y a San Juan, y los racimos de bananas y de nísperos; me cayeron dátiles en la blusa.

Me crecieron alas, blanquísimas, me creció el vestido. Eché a volar. No quería volver, más. Llegué a un tejado; creyeron que era una cigüeña, un gran ángel; las mujeres gritaban; los hombres rondaron con intenciones ocultas.

No podía volver, ya.

Ando, ando.

Las gentes retornan de las fiestas, se desvelan;
y yo vuelvo a pasar volando.


De: La falena


MAROSA DI GIORGIO




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