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La guillotina


                                                  a Julio San Millán

En el Museo de la Ciudad de Liege,
seca, inminente,
la guillotina espera
-igual que una bestia al llamado de su cría-
el gemido del vacío.

Los poderosos extirparon
piezas inútiles de la máquina de matar:
de la víctima
                 el nombre propio;
el relámpago del héroe;
del inmolado
              la cabeza en flor
                              dentro del fuego.

Y preservaron la guillotina
que mata de memoria. Un espejo antiguo
donde áureo, sacro o entorchado
un juez invisible
arrodilla a un hombre
y lo ejecuta
con un golpe del cielo.





De: El amanecido


LEOPOLDO CASTILLA




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