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El espejo que huye

En la orilla de las aguas inmemoriales,
junto al abandono de la contemplación,
mi tristeza se desliza hasta tocar lo puro,
lo inmaculado de esas aguas rebeldes
donde el reflejo de mi rostro me observa.
Estoy sola, contemplada por mí misma,
juzgada y condenada a existir ahora,
más triste que nunca en la certeza
de que me he negado el perdón.






De La Vocación Suspendida


LAUREN MENDINUETA




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