☰ menú
 



Paisaje de verano

El cristal de la atmósfera se ahúma
con el incienso de las quemas. Flota
un acre olor. Tras la azulada bruma
vuela, rumbo hacia el mar, una gaviota.

La selva anciana de seis mil abriles,
alta y adusta, encórvase a lo lejos,
esfumando en la tarde sus perfiles,
dorados por los últimos reflejos.

Tramonta el sol la pétrea serranía
como envuelto en purpúreos tafetanes,
y allá en la estepa, donde sangra el día

y la mirada atónita se pierde
—pendón de un regimiento de titanes—,
iza una palma su penacho verde.



De: Oro y ébano


JULIO FLÓREZ




regresar