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Ya

Senibus mors est in janua.
SAN BERNARDO



¿Estoy a guardar el carro? ¿Ya?
Ha sido fugaz carrera larga,
raudo correr sin freno.
¿Estoy al guardar el carro? ¿Ya?
Claro que no sería ningún malogramiento.
Pero palabra que, desde lo más hondo
de mi ser, en el alma lo lamento.

Estoy ante la puerta del garage
de retorno de un viaje luengo y corto,
corto y luengo.
¿Es que va a abrirse ya la odiosa puerta?
De veras que lo siento.

¿Qué habrá detrás de la ominosa puerta?
¡Nadie lo sabe, nadie!
Ni los que dicen: algo porque su fe lo ordena,
ni los que dicen: nada,
porque así lo manda su no-fe tan sabia.
Aunque aquestos y aquellos crean a pie juntillas
lo que su fe y no-fe dictaminan.

¿Estoy al guardar el carro? ¿Ya?
¡Qué pena no seguir sabiendo lo que pasa
acá y allá! ¡Qué angustia! ¡Qué tristeza!
¡No poder hacer nada por los que atrás se quedan!
¡Ignorar qué será de los que aquí se quedan!
Hurtarse con el canto brutal del manisero
a la responsabilidad, amarga y grata,
de la aburrida monotonía cotidiana.

Pero, ¿tan pronto? ¿Ya? ¡Qué impertinencia!
“¡No!” –como dije otrora–. “!Yo no quiero!”
Todavía no quiero gozar del privilegio
de que habla Gregorio Nacianceno:
el olvido, el silencio.
Mas, ¿qué se le ha de hacer? No hay más remedio.

Haber agonizado unas escasa décadas
y sancochar una ropa vieja de versos
para que de aquí a unos cuantos evos
(¡vanidosillo que es el viejo!)
nadie sepa quien fue este gran poeta
o como algunos quieren, este antipoeta.
¡Qué molestia! ¡Qué pena!
Pero no hay más remedio.


De: Poesía y prosa


JOSÉ ZACARÍAS TALLET




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