Nuestra pasión por la muerte es muy antigua.
En estas tierras los perros fueron jueces.
Mordieron carnes oscuras y devoraron indios.
Un perro cobraba sueldos por cada indio muerto
en combate y bebía puntual su plato de sangre.
Balboa tiene su historia oculta en estas tierras.
Su perro comía indios cuevas y cuando se indigestaba
él se devoraba a los indios que eran de su perro
y cobraba un doble jornal de oro y crímenes.
Matar fue un frenesí para llegar hasta el oro
que los indios no ocultaban y entregaban asustados.
Da lo mismo que estas tierras llevaran por nombre
Castilla del Oro o Matanzas. Aquí el crimen era asueto.
(Hay una calle que se llama Tumba Muerto
y no Tumba del Muerto. Tal vez allí tumbaban
a los muertos o derribaban a los que habrían de ser muertos.
Otra calle se llama Salsipuedes).
Aquí, la muerte es algo ambiguo y contundente.
La muerte siempre ha sido un juego extremo.
De: Revista de Poesía Prometeo
Números 77-78 año XXV-2007
XVII Festival Internacional de Poesía de Medellín
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