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Ayer, encima de ese avión...

Ayer, encima de ese avión que me trajo del otro lado, miré largo el piedrerío: cumbre y cumbre, abismo y más abismo. Pensé, ¡qué raro!, ¿quién habrá inventado que somos necesariamente dos, los de aquí y los de allá? Por lo menos el Hado no lo dice. Límite, ¿qué será límite? Mutilación, ¿qué será mutilación? Cambié entonces motores aeronáuticos por caballos del siglo progenitor y oí el galope de los cascos cuando la Independencia, y ahí sí que fuimos uno. Pegué fina la oreja a la ventanilla y alcancé a oír el relincho en la polvareda de esas batallas de hace dos centurias en el proyecto de una misma libertad. Personalmente soy lafkenche y por lo visto soy costino pero algo entiendo de cerros y quebradas y adoro los barrancos, en una cruza casi animal de onirismo y ruralidad De ahí mi diálogo con Martín Fierro o con Juan Rulfo, no importa el hemisferio. América es la casa, ¿quién no lo sabe?; fuera perversa la demolición. A mi se me impone con evidencia, ¿cómo la vamos a destrozar o a desmoronar? Cuando en mis mocedades de aprendiz lo dejé todo: surrealismo, universidad, vanidades efímeras y me instalé en lo más alto de Atacama, el que me defendió fue Huidobro: —”Déjenlo, les dijo a mis detractores de un Mapocho más bien afrancesado, que no era justamente el Sena: Gonzalo es un loco que necesita cumbre.”


De: Metamorfosis de lo mismo


GONZALO ROJAS




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