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Al ambicioso valimiento que siempre anhela a subir más


Descansa, mal perdido en alta cumbre,
donde a tantas alturas te prefieres;
si no es que acocear las nubes quieres,
y en la región del fuego beber lumbre.

Ya te padece, grave pesadumbre,
tu ambición propia; peso y carga eres
de la Fortuna, en que viviendo mueres:
¡y esperas que podrá mudar costumbre!

El vuelo de las águilas que miras
debajo de las alas con que vuelas,
en tu caída cebarán sus iras.

Harto crédito has dado a las cautelas.
¿Cómo puedes lograr a lo que aspiras,
si, al tiempo de expirar, soberbio anhelas?






De: Francisco de Quevedo


FRANCISCO DE QUEVEDO




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