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De la penumbra

Las excelentes cacatúas pasean por los balcones y se indignan de pronto.

La cólera de la cacatúa es repentina y voraz como la llama de un fósforo en el miércoles. No se conoce caducidad semejante.

Las más antiguas son razonables y necias. Miran con el ojillo brillante, se contonean augustas.

Ésta se mece suspendida del horcón, en la penumbra marchita que huele a humo. Mientras hacen el café, ¿ha estado allí siempre?

La gran cacatúa ha estado allí siempre.



De: Versiones


ELISEO DIEGO




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