☰ menú
 



La Trampa de la Serpiente

A las cinco de la tarde
cuando la señora Úrsula
me sirve la merienda.

Cuando me desnudo
y me jabono el cuerpo
y rasuro la sombra de mi barba.
Cuando me acuesto solo en mi cama.
Al desabrocharme la camisa.
Cuando enciendo el cigarrillo
y  coloco la pantalla de la lámpara
sobre la penumbra
y siento que el silencio se hace más profundo.

Al regresar del trabajo,
justo al  mover el mecanismo obstinado de la puerta.

Cuando mis dedos acarician un rostro
y despinto unos labios con mis labios.

Cuando la gente me da los buenos días
o pronuncian a mi alrededor
palabras confusas.
Cuando llego al límite de mis fuerzas
y el mundo exterior deja de existir.

Cuando intento infructuosamente
atrapar el humo de los años perdidos.
Y cuando el espíritu está flaco
y la carne gorda

Al conducir a 96 por hora,
cuando miro el semáforo en rojo.
Y cuando en el fondo de mi vaso
ya no queda más alcohol.

Al escribir mis poemas,
cuando no dejo que me alteren
las pasiones mentales
ni los rumores insignificantes del corazón.
Y cuando me pregunto
si es importante para el mundo
el conocer mi pensamiento.
Porque esto de escribir
no debe ser como el acto de mover los pies.
Y cuando sobrevienen
los prejuicios acerca del oficio
de no decir más que palabras
que nunca pondrán un  plato de comida sobre la mesa.

Implacablemente.
En los instantes de odio
o de ternura.
Bailando en una discoteca
o haciendo vida cotidiana.
Tiritando de frío
o cocinándome al sol.
En los días limpios
o en los de ignominia.
Aquí o allá.
Sea en casa
o al aire libre.
Caigo en la trampa de tu nombre.
Tu nombre
que se retuerce como una serpiente,
mostrando sus dientes,
sonriendo.






De Isla negra, director Gabriel Impaglione
Selección: Fernando Andrade



EDUARDO MORÁN NÚÑEZ




regresar