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Poema XXIV (El gajo enhiesto y seco...)

El gajo enhiesto y seco que aún queda del rosal muerto en
una lejana primavera no deja abrirse paso a las semillas de
ahora, a los nuevos brotes ahogados por el nudo de raíces que
la planta perdida, aún clava en lo más hondo de la tierra.
Poco o mucho, no dejes que la muerte ocupe el puesto de la
vida. Recobra ya ese espacio de tu huerto, ahora que hay buen
sol y lluvia fresca… Que las puntas verdes, que ya asoman, no
se enreden otra vez en el esqueleto del viejo rosal, que hace
inútil el esfuerzo de la primavera y el calor de la tierra impa-
ciente.
Si no acabas de arrancar el gajo seco, vano será que el sol
entibie la savia y pase abril sobre la tierra tuya. Vano será
que vengas día a día, como vienes, con tus jarras de agua a
regar los nuevos brotes…

-No es mi agua para los nuevos brotes: lo que estoy regando
es el gajo seco.









De Poemas sin nombre


DULCE MARÍA LOYNAZ




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