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Meditación con telón de fondo

                                                              Escribir es volver, volver…
                                                               José Carlos Cataño







Escribir siempre es un ir con cicatrices,
Llenarse de hambre y hacer rodar
                                        La cabeza, posesa,
Con  todos los confines de los pétalos,
Los pezones y la desnudez empollada
                                                    De la muerte.
Juro que uno vuelve a tantas ausencias:
A los papeles, al vuelo, a las campanas.
Siempre el fuego está ahí ―entre vivos y muertos―,
Centímetro a centímetro, transitando
Sobre las venas, como un invierno
                                                 De fugaces ojos.

A menudo uno se queda a oscuras:
Sangra el escombro peces de ceniza,
―Reino de sangrantes brazos, profundo horizonte,
Donde el imperio nos surte de museos
Y vitrinas con entrepaños de polilla.
En el asombro caminan los zapatos,
El grito abre los encajes de las pupilas:
Toda la memoria se vuelve
                                              Vianda suculenta,
Para luego hundir las naves de la neblina
En inocentes páginas en blanco.

A menudo la familia es el alfabeto:
Mar, misterio que uno descubre
Cuando la orfandad tiene rostro de océano,
Y el aire trae destellos de luciérnagas.
El dolor madura sus esencias de chirriantes hormigas,
Para luego desembocar en bazukas
                                              De poderosas raíces.

Juro que la materia cruje,
Cuando el sonido de la carne se torna vocablo
Y el sueño se llena de espejos,
Y la batalla, laberinto de agónica transparencia.

En cada poema uno muere y nace,
Regresa a las calles, a los escondrijos,
Y a ese perenne adiós, hondo, del día.

Nadie sale ileso de esta quemadura.

Las imágenes humean al filo de los puntos cardinales.
Luego el “viaje de regreso”. Otra vez la zozobra.
Otra vez la medianoche entre sábanas.
Otra vez, aquí, los dientes como conciencia
                                                                    Del tiempo.








Barataria, 22. 11. 2007


ANDRÉ CRUCHAGA




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