JORGE LUIS BORGES | |
Antes la luz entraba más temprano en la pieza que da al último patio; ahora la vecina casa de altos le quita el sol, pero en la vaga sombra su modesto inquilino está despierto desde el amanecer. Sin hacer ruido, para no incomodar a los de al lado, el hombre está mateando y esperando. ... | |
I Ya no es mágico el mundo. Te han dejado. Ya no compartirás la clara luna ni los lentos jardines. Ya no hay una luna que no sea espejo del pasado, cristal de soledad, sol de agonías. Adiós las mutuas manos y las sienes que acercaba el amor. Hoy sólo tienes la fiel memoria y los desiertos días. ... | |
Dos hombres caminaron por la luna. Otros después. ¿Qué puede la palabra, qué puede lo que el arte sueña y labra, ante su real y casi irreal fortuna? Ebrios de horror divino y de aventura, esos hijos de Whitman han pisado el páramo lunar, el inviolado orbe que, antes de Adán, pasa y perdura. ... | |
Temí que el porvenir (que ya declina) sería un profundo corredor de espejos indistintos, ociosos y menguantes, una repetición de vanidades, y en la penumbra que precede al sueño rogué a mis dioses, cuyo nombre ignoro, que enviaran algo o alguien a mis días. Lo hicieron. ... | |
El frontispicio del castillo advertía: Ya estabas aquí antes de entrar y cuando salgas no sabrás que te quedas. Diderot narra la parábola. En ella están mis días, mis muchos días. Me desviaron otros amores y la erudición vagabunda, pero no dejé nunca de estar en Francia y estaré en Francia ... | |
¿Quién me dirá si estás en el perdido laberinto de ríos seculares de mi sangre, Israel? ¿Quién los lugares que mi sangre y tu sangre han recorrido? No importa. Sé que estás en el sagrado libro que abarca el tiempo y que la historia del rojo Adán rescata y la memoria y la agonía del Crucificado. ... | |
Yo, que soy un intruso en los jardines Que has prodigado a la plural memoria Del porvenir, quise cantar la gloria Que hacia el azul erigen tus violines. He desistido ahora. Para honrarte No basta esa miseria que la gente Suele apodar con vacuidad el arte. Quien te honrare ha de ser claro ... | |
Desde el principio hasta la joven muerte la terrible belleza te acechaba como a los otros la propicia suerte o la adversa. En las albas te esperaba de Londres, en las páginas casuales de un diccionario de mitología, en las comunes dádivas del día, en un rostro, una voz, y en los mortales labios ... | |
Los rumores de la plaza quedan atrás y entro en la Biblioteca. De una manera casi física siento la gravitación de los libros, el ámbito sereno de un orden, el tiempo disecado y conservado mágicamente. A izquierda y a derecha, absortos en su lúcido sueño, se perfilan los rostros ... | |
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Tú quisiste morir enteramente. La carne y la gran alma. Tú quisiste Entrar en la otra sombra sin el triste Gemido del medroso y del doliente. Te hemos visto morir con el tranquilo Ánimo de tu padre ante las balas. La roja guerra no te dio sus alas, La lenta parca fue cortando el hilo. ... | |
Eres invulnerable. ¿No te han dado los números que rigen tu destino certidumbre de polvo? ¿No es acaso tu irreversible tiempo el de aquel río en cuyo espejo Heráclito vio el símbolo de su fugacidad? Te espera el mármol que no leerás. En él ya están escritos la fecha, la ciudad y el epitafio. ... | |
En la noche propicia a los lemures Y a las larvas que hostigan a los muertos, Han cuartelado en vano los abiertos Ámbitos de los astros tus augures. Del toro yugulado en la penumbra Las vísceras en vano han indagado; En vano el sol de esta mañana alumbra La espada fiel del pretoriano armado. ... | |
No son más silenciosos los espejos Ni más furtiva el alba aventurera; Eres, bajo la luna, esa pantera Que nos es dado divisar de lejos. Por obra indescifrable de un decreto Divino, te buscamos vanamente; Más remoto que el Ganges y el poniente, Tuya es la soledad, tuyo el secreto. ... | |
Dejar un verso para la hora triste que en el confín del día nos acecha, ligar tu nombre a su doliente fecha de oro y de vaga sombra. Eso quisiste. ¡Con qué pasión, al declinar el día, trabajarías el extraño verso que, hasta la dispersión del universo, la hora de extraño azul confirmaría! ... | |
¿Dónde está la memoria de los días que fueron tuyos en la tierra, y tejieron dicha y dolor y fueron para ti el universo? El río numerable de los años los ha perdido; eres una palabra en un índice. Dieron a otros gloria interminable los dioses, inscripciones y exergos y monumentos y puntuales ... | |
La nieve de Nortumbria ha conocido y ha olvidado la huella de tus pasos y son innumerables los ocasos que entre nosotros, gris hermano, han sido. Lento en la lenta sombra labrarías metáforas de espadas en los mares y del horror que mora en los pinares y de la soledad que traen los días. ... | |
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Fría y tormentosa la noche que zarpé de Montevideo. Al doblar el Cerro, tiré desde la cubierta más alta una moneda que brilló y se anegó en las aguas barrosas, una cosa de luz que arrebataron el tiempo y la tiniebla. Tuve la sensación de haber cometido un acto irrevocable, de agregar a la historia ... | |
¿Hubo un Jardín o fue el Jardín un sueño? Lento en la vaga luz, me he preguntado, casi como un consuelo, si el pasado de que este Adán, hoy mísero, era dueño, no fue sino una mágica impostura de aquel Dios que soñé. Ya es impreciso en la memoria el claro Paraíso, pero yo sé que existe ... | |
La espada morirá como el racimo. El cristal no es más frágil que la roca. Las cosas son su porvenir de polvo. El hierro es el orín. La voz, el eco. Adán, el joven padre, es tu ceniza. El último jardín será el primero. El ruiseñor y Píndaro son voces. La aurora es el reflejo del ocaso. ... | |
Siempre es conmovedor el ocaso por indigente o charro que sea, pero más conmovedor todavía es aquel brillo desesperado y final que herrumbra la llanura cuando el sol último se ha hundido. Nos duele sostener esa luz tirante y distinta, esa alucinación que impone el espacio ... | |
I En su grave rincón, los jugadores Rigen las lentas piezas. El tablero Los demora hasta el alba en su severo Ámbito en que se odian dos colores. Adentro irradian mágicos rigores Las formas: torre homérica, ligero Caballo, armada reina, rey postrero, Oblicuo alfil y peones agresores. ... | |
Aquí la vasta enciclopedia de Brockhaus, aquí los muchos y cargados volúmenes y el volumen del atlas, aquí la devoción de Alemania, aquí los neoplatónicos y los gnósticos, aquí el primer Adán y Adán de Bremen, aquí el tigre y el tártaro, aquí la escrupulosa tipografía y el azul de los mares, ... | |
Durante siglos la infinita arena de los muchos desiertos ha sufrido tus pasos numerosos y tu aullido de gris chacal o de insaciada hiena. ¿Durante siglos? Miento. Esa furtiva substancia, el tiempo, no te alcanza, lobo; tuyo es el puro ser, tuyo el arrobo, nuestra, la torpe vida sucesiva. ... | |
¿Por qué persistes, incesante espejo? ¿Por qué duplicas, misterioso hermano, el movimiento de mi mano? ¿Por qué en la sombra el súbito reflejo? Eres el otro yo de que habla el griego y acechas desde siempre. En la tersura del agua incierta o del cristal que dura me buscas y es inútil ... | |
No soy yo quien te engendra. Son los muertos. Son mi padre, su padre y sus mayores; son los que un largo dédalo de amores trazaron desde Adán y los desiertos de Caín y de Abel, en una aurora tan antigua que ya es mitología, y llegan, sangre y médula, a este día del porvenir, ... | |
Mi destino es la lengua castellana, el bronce de Francisco de Quevedo, pero en la lenta noche caminada me exaltan otras músicas más íntimas. Alguna me fue dada por la sangre- oh voz de Shakespeare y de la Escritura-, otras por el azar, que es dadivoso, pero a ti, dulce lengua de Alemania, ... | |
En esta fecha para ti futura que no alcanza el augur que la prohibida forma del porvenir ve en los planetas ardientes o en las vísceras del toro, nada me costaría, hermano y sombra, buscar tu nombre en las enciclopedias y descubrir qué ríos reflejaron tu rostro, que hoy es perdición ... | |
¿En qué noche secreta de Inglaterra o del constante Rhin incalculable, perdida entre las noches de mis noches, a mi ignorante oído habrá llegado tu voz cargada de mitologías, ruiseñor de Virgilio y de los persas? Quizá nunca te oí, pero a mi vida se une tu vida, inseparablemente. ... | |
Ahí está lo que fue: la terca espada del sajón y su métrica de hierro, los mares y las islas del destierro del hijo de Alertes, la dorada luna del persa y los sin fin jardines de la filosofía y de la historia, el oro sepulcral de la memoria y en la sombra el olor de los jazmines. Y nada de eso importa. ... | |
En el bronce de Homero resplandece tu nombre, negro vino que alegras el corazón del hombre. Siglos de siglos hace que vas de mano en mano desde el ritón del griego al cuerno del germano. En la aurora ya estabas. A las generaciones les diste en el camino tu fuego y tus leones. ... | |
Un hombre trabajado por el tiempo, un hombre que ni siquiera espera la muerte (las pruebas de la muerte son estadísticas y nadie hay que no corra el albur de ser el primer inmortal), un hombre que ha aprendido a agradecer las modestas limosnas de los días: el sueño, la rutina, el sabor del agua, ... | |
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Grata la voz del agua A quien abrumaron negras arenas, Grato a la mano cóncava El mármol circular de la columna, Gratos los finos laberintos del agua Entre los limoneros, Grata la música del zéjel, Grato de amor y grata la plegaria Dirigida a un Dios que está solo, Grato el jazmín. ... | |
Quiero saber de quién es mi pasado. ¿De cuál de los que fui? ¿Del ginebrino que trazó algún hexámetro latino que los lustrales años han borrado? ¿Es de aquel niño que buscó en la entera biblioteca del padre las puntuales curvaturas del mapa y las ferales formas que son el tigre y la pantera? ... | |
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En la honda noche universal que apenas contradicen los faroles una racha perdida ha ofendido las calles taciturnas como presentimiento tembloroso del amanecer horrible que ronda los arrabales desmantelados del mundo. Curioso de la sombra y acobardado por la amenaza del alba ... | |
Oh días consagrados al inútil empeño de olvidar la biografía de un poeta menor del hemisferio austral, a quien los hados o los astros dieron un cuerpo que no deja un hijo y la ceguera, que es penumbra y cárcel, y la vejez, aurora de la muerte, y la fama, que no merece nadie, y el hábito de urdir ... | |
A Guillermo de Torre El arrabal es el reflejo de nuestro tedio. Mis pasos claudicaron cuando iban a pisar el horizonte y quedé entre las casas, cuadriculadas en manzanas diferentes e iguales como si fueran todas ellas monótonos recuerdos repetidos de una sola manzana. El pastito precario, ... | |
Mirar el río hecho de tiempo y agua Y recordar que el tiempo es otro río, Saber que nos perdemos como el río Y que los rostros pasan como el agua. Sentir que la vigilia es otro sueño Que sueña no soñar y que la muerte Que teme nuestra carne es esa muerte De cada noche, que se llama sueño. ... | |
La clara muchedumbre de un poniente ha exaltado la calle, la calle abierta como un ancho sueño hacia cualquier azar. La límpida arboleda pierde el último pájaro, el oro último. La mano jironada de un mendigo agrava la tristeza de la tarde. El silencio que habita los espejos ha formado su cárcel. ... | |
Habré de levantar la vasta vida que aún ahora es tu espejo: cada mañana habré de reconstruirla. Desde que te alejaste, cuántos lugares se han tornado vanos y sin sentido, iguales a luces en el día. Tardes que fueron nicho de tu imagen, músicas en que siempre me aguardabas, palabras de aquel tiempo, ... | |
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Nadie vio la hermosura de las calles hasta que pavoroso en clamor se derrumbó el cielo verdoso en abatimiento de agua y de sombra. El temporal fue unánime y aborrecible a las miradas del mundo, pero cuando un arco bendijo con los colores del perdón la tarde, y un olor a tierra mojada ... | |
Bruma de oro, el occidente alumbra La ventana. El asiduo manuscrito Aguarda, ya cargado de infinito. Alguien construye a Dios en la penumbra. Un hombre engendra a Dios. Es un judío De tristes ojos y piel cetrina; Lo lleva el tiempo como lleva el río Una hoja en el agua que declina. No importa. ... | |
Falsa y tupida como un jardín calcado en un espejo, la imaginada urbe que no han visto nunca mis ojos entreteje distancias y repite casas inalcanzables. El brusco sol, desgarra la compleja oscuridad de templos, muladares, cárceles, patios y escalará los muros y resplandecerá en un río sagrado. ... | |
El gato blanco y célibe se mira en la lúcida luna del espejo y no puede saber que esa blancura y esos ojos de oro que no ha visto nunca en la casa son su propia imagen. ¿Quién le dirá que el otro que lo observa es apenas un sueño del espejo? Me digo que esos gatos armoniosos, ... | |
¿Dónde estará la rosa que en tu mano prodiga, sin saberlo, íntimos dones? No en el color, porque la flor es ciega, ni en la dulce fragancia inagotable, ni en el peso de un pétalo. Esas cosas son unos pocos y perdidos ecos. La rosa verdadera está muy lejos. Puede ser un pilar o una batalla ... | |
Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas. Yo camino por Buenos Aires y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar el arco de un zaguán y la puerta cancel; de Borges tengo noticias por el correo y veo su nombre en una terna de profesores o en un diccionario biográfico. ... | |
Nadie a tu lado. Anoche maté a un hombre en la batalla. Era animoso y alto, de la clara estirpe de Anlaf. La espada entró en el pecho, un poco a la izquierda. Rodó por tierra y fue una cosa, una cosa del cuervo. En vano lo esperarás, mujer que no he visto. No lo traerán las naves que huyeron ... | |
Y la ciudad, ahora, es como un plano De mis humillaciones y fracasos; Desde esa puerta he visto los ocasos Y ante ese mármol he aguardado en vano. Aquí el incierto ayer y el hoy distinto Me han deparado los comunes casos De toda suerte humana; aquí mis pasos Urden ... | |
Antes, yo te buscaba en tus confines que lindan con la tarde y la llanura y en la verja que guarda una frescura antigua de cedrones y jazmines. En la memoria de Palermo estabas, en su mitología de un pasado de baraja y puñal y en el dorado bronce de las inútiles aldabas, con su mano y sortija. ... | |
El aljibe. En el fondo la tortuga. Sobre el patio la vaga astronomía Del niño. La heredada platería Que se espeja en el ébano. La fuga Del tiempo, que al principio nunca pasa. Un sable que ha servido en el desierto. Un grave rostro militar y muerto. El húmedo zaguán. La vieja casa. ... | |
Penumbra de la paloma llamaron los hebreos a la iniciación de la tarde cuando la sombra no entorpece los pasos y la venida de la noche se advierte como una música esperada y antigua, como un grato declive. En esa hora en que la luz tiene la finura de arena, di con una calle ignorada, ... | |
El olor del café y de los periódicos. El domingo y su tedio. La mañana y en la entrevista página esa vana publicación de versos alegóricos de un colega feliz. El hombre viejo está postrado y blanco en su decente habitación de pobre. Ociosamente mira su cara en el cansado espejo. . ... | |
Olorosa como un mate curado la noche acerca agrestes lejanías y despeja las calles que acompañan mi soledad, hechas de vago miedo y de largas líneas. La brisa trae corazonadas de campo, dulzura de las quintas, memorias de los álamos, que harán temblar bajo rigideces de asfalto ... | |
El poniente de pie como un Arcángel tiranizó el camino. La soledad poblada como un sueño se ha remansado alrededor del pueblo. Los cencerros recogen la tristeza dispersa de la tarde. La luna nueva es una vocecita desde el cielo. Según va anocheciendo vuelve a ser campo el pueblo. ... | |
Más vil que un lupanar la carnicería rubrica como una afrenta la calle. Sobre el dintel una ciega cabeza de vaca preside el aquelarre de carne charra y mármoles finales con la remota majestad de un ídolo. | |
Una pieza de hotel, igual a todas. La hora sin metáfora, la siesta que nos disgrega y pierde. La frescura del agua elemental en la garganta. La niebla tenuemente luminosa que circunda a los ciegos, noche y día. La dirección de quien acaso ha muerto. La dispersión del sueño y de los sueños. ... | |
Los patios y su antigua certidumbre, los patios cimentados en la tierra y el cielo. Las ventanas con reja desde la cual la calle se vuelve familiar como una lámpara. Las alcobas profundas donde arde en quieta llama la caoba y el espejo de tenues resplandores es como un remanso en la sombra. ... | |
El volumen caído que los otros ocultan en la hondura del estante y que los días y las noches cubren de lento polvo silencioso. El ancla de Sidón que los mares de Inglaterra oprimen en su abismo ciego y blando. El espejo que no repite a nadie cuando la casa se ha quedado sola. ... | |
Ni tiniebla ni caos. La tiniebla requiere ojos que ven, como el sonido y el silencio requieren el oído, y el espejo, la forma que lo puebla. Ni el espacio ni el tiempo. Ni siquiera una divinidad que premedita el silencio anterior a la primera noche del tiempo, que será infinita. ... | |
Cristo en la cruz. Los pies tocan la tierra. Los tres maderos son de igual altura. Cristo no está en el medio. Es el tercero. La negra barba pende sobre el pecho. El rostro no es el rostro de las láminas, es áspero y judío. No lo veo y seguiré buscándolo hasta el día último de mis pasos por la tierra. ... | |
Murieron otros, pero ello aconteció en el pasado, que es la estación (nadie lo ignora) más propicia a la muerte. ¿Es posible que yo, súbito de Yaqub Almansur, muera como tuvieron que morir las rosas y Aristóteles? Del Diván de Almotásam el Magrebí (siglo XII). De: El hacedor ... | |
Cuántas cosas. Lucano que amoneda el verso y aquel otro la sentencia. La mezquita y el arco. La cadencia del agua del Islam en la alameda. Los toros de la tarde. la bravía música que también es delicada. La buena tradición de no hacer nada. Los cabalistas de la judería. ... | |
La luna ignora que es tranquila y clara Y ni siquiera sabe que es la luna; La arena, que es la arena. No habrá una Cosa que sepa que su forma es rara. Las piezas de marfil son tan ajenas Al abstracto ajedrez como la mano Que las rige. Quizá el destino humano De breves dichas y de largas penas ... | |
En aquel Imperio, el Arte de la Cartografía logró tal Perfección que el Mapa de una sola Provincia ocupaba toda una Ciudad, y el Mapa del Imperio, toda una Provincia. Con el tiempo, estos Mapas Desmesurados no satisficieron y los Colegios de Cartógrafos levantaron un Mapa del Imperio, ... | |
Entre mi amor y yo han de levantarse trescientas noches como trescientas paredes y el mar será una magia entre nosotros. No habrá sino recuerdos. Oh tardes merecidas por la pena, noches de esperanzas de mirarte, campos de mi camino, firmamento que estoy viviendo y perdiendo... ... | |
Según su costumbre, el sol brilla y muere, muere y brilla y en el patio, como ayer hay una luna amarilla, pero el tiempo, que no ceja, todas las cosas mancilla. Se acabaron los valientes y no han dejado semilla. ¿Dónde están los que salieron a libertar las naciones o afrontaron en el Sur las lanzas ... | |
A Beatriz Bibiloni Webster de Bullrich Las albas inútiles me encuentran en un recodo desierto:he sobrevivido la noche. Las noches son olas altivas: olas de crespón azul marino con maticesde hondos despojos, cargadas de cosas inverosímiles y deseables. Las noches tienen el hábito ... | |
A Beatriz Bibiloni Webster de Bullrich Con qué puedo retenerte? Te ofrezco angostas calles, crepúsculos desesperados, la luna de los viejos arrabales. Te ofrezco la amargura de un hombre que ha mirado largamente la luna solitaria. Te ofrezco mis ancestros, mis muertos, ... | |
Si me paso la mano por la frente, si acaricio los lomos de los libros, si reconozco el Libro de las Noches, si hago girar la tercera cerradura, si me demoro en el umbral incierto, si el dolor increíble me anonada, si recuerdo la Máquina del Tiempo, si recuerdo el tapiz del unicornio, ... | |
Pompas del mármol, negra anatomía que ultrajan los gusanos sepulcrales, del triunfo de la muerte los glaciales símbolos congregó. No los temía. Temía la otra sombra, la amorosa, las comunes venturas de la gente; no lo cegó el metal resplandeciente ni el mármol sepulcral sino la rosa. ... | |
Cuadrúpedo en la aurora, alto en el día con tres pies errando por el vano ámbito de la tarde, así veía la eterna esfinge a su inconstante hermano, el hombre, y con la tarde un hombre vino que descifró aterrado en el espejo de la monstruosa imagen, el reflejo de su declinación y su destino. ... | |
En el fondo del sueño están los sueños. Cada noche quiero perderme en las aguas obscuras que me lavan del día, pero bajo esas puras aguas que nos conceden la penúltima Nada late en la hora gris la obscena maravilla. Puede ser un espejo con mi rostro distinto, puede ser la creciente ... | |
Lo sabían los tres. Ella era la compañera de Kafka. Kafka lo había soñado. Lo sabían los tres. Él era el amigo de Kafka. Kafka lo había soñado. Lo sabían los tres. La mujer le dijo al amigo: Quiero que esta noche me quieras. Lo sabían los tres. El hombre contestó: Si pecamos, Kafk ... | |
Heimskringla, 1, 117 Odín o el rojo Thor o el Cristo Blanco... Poco importan los nombres y sus dioses; No hay otra obligación que ser valiente Y Einar lo fue, duro caudillo de hombres. Era el primer arquero de Noruega Y diestro en el gobierno de la espada Azul y de las naves. De su paso ... | |
Los ojos de tu carne ven el brillo del insufrible sol, tu carne toca polvo disperso o apretada roca; él es la luz, lo negro y lo amarillo. Es y los ve. Desde incesantes ojos te mira y es los ojos que un reflejo indagan y los ojos del espejo, las negras hidras y los tigres rojos. No le basta crear. ... | |
Soy el que fui en el alba, entre la tribu. Tendido en mi rincón de la caverna, pujaba por hundirme en las oscuras aguas del sueño. Espectros de animales heridos por la esquirla de la flecha daban horror a las tinieblas. Algo, quizá la ejecución de una promesa, la muerte de un rival en la montaña, ... | |
Lento en el alba un joven que han gastado la larga reflexión y las avaras vigilias considera ensimismado los insomnes braseros y alquitaras. Sabe que el oro, ese Proteo, acecha bajo cualquier azar, como el destino; sabe que está en el polvo del camino, en el arco, en el brazo y en la flecha. ... | |
Es el amor. Tendré que ocultarme o que huir. Crecen los muros de su cárcel, como en sueño atroz. La her- mosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única. ¿De qué me servirán mis talismanes: el ejercicio de las letras, la vaga erudición, el aprendizaje de las palabras ... | |
No te habrá de salvar lo que dejaron Escrito aquellos que tu miedo implora; No eres los otros y te ves ahora Centro del laberinto que tramaron Tus pasos. No te salva la agonía De Jesús o de Sócrates ni el fuerte Siddharta de oro que aceptó la muerte En un jardín, al declinar el día. ... | |
María Kodama lo descubrió. Pese a su autoridad y a su firmeza, es curiosamente liviano. Quienes lo ven lo advierten; quienes lo advierten lo recuerdan. Lo miro. Siento que es una parte de aquel imperio, infinito en el tiempo, que erigió su muralla para construir un recinto mágico. ... | |
Montañoso, abrumado, indescifrable, rojo como la brasa que se apaga, anda fornido y lento por la vaga soledad de su páramo incansable. El armado testuz levanta. En este antiguo toro de durmiente ira, veo a los hombres rojos del Oeste y a los perdidos hombres de Altamira. ... | |
Entra la luz y me recuerdo; ahí está. Empieza por decirme su nombre, que es (ya se entiende) el mío. Vuelvo a la esclavitud que ha durado más de siete veces diez años. Me impone su memoria. Me impone las miserias de cada día, la condición humana. Soy su viejo enfermero; me obliga a que le lave ... | |
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Me crucifican y yo debo ser la cruz y los clavos. Me tienden la copa y yo debo ser la cicuta. Me engañan y yo debo ser la mentira. Me incendian y yo debo ser el infierno. Debo alabar y agradecer cada instante del tiempo. Mi alimento es todas las cosas. El peso preciso del universo, la humillación, ... | |
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Antes de entrar en el desierto los soldados bebieron largamente el agua de la cisterna. Hierocles derramó en la tierra el agua de su cántaro y dijo: Si hemos de entrar en el desierto, ya estoy en el desierto. Si la sed va a abrasarme, que ya me abrase. Ésta es una parábola. ... | |
Entra la luz y asciendo torpemente de los sueños al sueño compartido y las cosas recobran su debido y esperado lugar y en el presente converge abrumador y vasto el vago ayer: las seculares migraciones del pájaro y del hombre, las legiones que el hierro destrozó, Roma y Cartago. ... | |
Lunas, marfiles, instrumentos, rosas, lámparas y la línea de Durero, las nueve cifras y el cambiante cero, debo fingir que existen esas cosas. Debo fingir que en el pasado fueron Persépolis y Roma y que una arena sutil midió la suerte de la almena que los siglos de hierro deshicieron. Debo fingir las armas ... | |
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En la pública luz de las batallas otros dan su vida a la patria y los recuerda el mármol. Yo he errado oscuro por ciudades de odio. Le di otras cosas. Abjuré de mi honor, traicioné a quienes me creyeron su amigo, compré conciencias, abominé del nombre de la patria. Me resigno a la ... | |
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Si (como el griego afirma en el Cratilo) el nombre es arquetipo de la cosa, en las letras de rosa está la rosa y todo el Nilo en la palabra Nilo. Y, hecho de consonantes y vocales, habrá un terrible Nombre, que la esencia cifre de Dios y que la Omnipotencia guarde en letras y sílabas cabales. ... | |
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Madre antigua y atroz de la incestuosa guerra, Borrado sea tu nombre de la faz de la tierra. Tú que arrojaste al círculo del horizonte abierto La alta proa del viking, las lanzas del desierto. En la Torre del Hambre de Ugofino de Pisa Tienes un monumento y en la estrofa concisa ... | |
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¿Dónde estarán los siglos, dónde el sueño de espadas que los tártaros soñaron, dónde los fuertes muros que allanaron, dónde el Arbol de Adán y el otro Leño? El presente está solo. La memoria erige el tiempo. Sucesión y engaño es la rutina del reloj. El año no es menos vano que la vana historia. ... | |
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Zeus no podría desatar las redes de piedra que me cercan. He olvidado los hombres que antes fui; sigo el odiado camino de monótonas paredes que es mi destino. Rectas galerías que se curvan en círculos secretos al cabo de los años. Parapetos que ha agrietado la usura de los días. ... | |
Antes que el sueño (o el terror) tejiera mitologías y cosmogonías, antes que el tiempo se acuñara en días, el mar, el siempre mar, ya estaba y era. ¿Quién es el mar? ¿Quién es aquel violento y antiguo ser que roe los pilares de la tierra y es uno y muchos mares y abismo y resplandor ... | |
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Hasta la hora del ocaso amarillo Cuántas veces habré mirado Al poderoso tigre de Bengala Ir y venir por el predestinado camino Detrás de los barrotes de hierro, Sin sospechar que eran su cárcel. Después vendrían otros tigres, El tigre de fuego de Blake; Después vendrían otros tigres, ... | |
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El círculo del cielo mide mi gloria, las bibliotecas del Oriente se disputan mis versos, los emires me buscan para llenarme de oro la boca, los ángeles ya saben de memoria mi último zéjel. Mis instrumentos de trabajo son la humillación y la angustia; ojalá yo hubiera nacido muerto. ... | |
A Margarita Bunge En un cajón hay un puñal. Fue forjado en Toledo, a fines del siglo pasado; Luis Me- lián Lafinur se lo dio a mi padre, que lo trajo del Uru- guay; Evaristo Carriego lo tuvo alguna vez en la mano. Quienes lo ven tienen que jugar un rato con él; se advier- te que hace mucho ... | |
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Si el sueño fuera (como dicen) una tregua, un puro reposo de la mente, ¿por qué, si te despiertan bruscamente, sientes que te han robado una fortuna? ¿Por qué es tan triste madrugar? La hora nos despoja de un don inconcebible, tan íntimo que sólo es traducible en un sopor ... | |
Cuando los relojes de la media noche prodiguen un tiempo generoso, iré más lejos que los bogavantes de Ulises a la región del sueño, inaccesible a la memoria humana. De esa región inmersa rescato restos que no acabo de comprender: hierbas de sencilla botánica, animales algo diversos, ... | |
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No quedará en la noche una estrella. No quedará la noche. Moriré y conmigo la suma del intolerable universo. Borraré las pirámides, las medallas, los continentes y las caras. Borraré las pirámides, las medallas, los continentes y las caras. Borraré la acumulación del pasado. ... | |
Desde uno de tus patios haber mirado las antiguas estrellas, desde el banco de la sombra haber mirado esas luces dispersas que mi ignorancia no ha aprendido a nombrar ni a ordenar en constelaciones, haber sentido el círculo del agua en el secreto aljibe, el olor del jazmín y la madreselva, ... | |
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A un compadrito le canto que era el patrón y el ornato de las casas menos santas del barrio de Triuvirato. Atildado en el vestir, medio mandón en el trato; negro el chambergo y la ropa, negro el charol del zapato. Como luz para el manejo le firmaba un garabato en la cara al más garifo, ... | |
Cuarenta naipes han desplazado la vida. Pintados talismanes de cartón nos hacen olvidar nuestros destinos y una creación risueña va poblando el tiempo robado con las floridas travesuras de una mitología casera. En los lindes de la mesa la vida de los otros no se detiene. Adentro hay un extraño país: ... | |
Oh destino el de Borges, haber navegado por los diversos mares del mundo o por el único y solitario mar de nombres diversos, haber sido una parte de Edimburgo, de Zürich, de las dos Córdobas, de Colombia y de Texas, haber regresado, al cabo de cambiantes generaciones, ... | |
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La vejez (tal es el nombre que los otros le dan) puede ser el tiempo de nuestra dicha. El animal ha muerto o casi ha muerto. Quedan el hombre y su alma. Vivo entre formas luminosas y vagas que no son aún la tiniebla. Buenos Aires, que antes se desgarraba en arrabales hacia la llanura incesante, ... | |
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Yo dormía en la cumbre y era hermoso Mi cuerpo, que los años han gastado. Alto en la noche helénica, el centauro Demoraba su cuádruple carrera Para atisbar mi sueño. Me placía Dormir para soñar y para el otro Sueño lustral que elude la memoria Y que nos purifica del gravamen ... | |
Un hombre gris. La equívoca fortuna hizo que una mujer no lo quisiera; esa historia es la historia de cualquiera pero de cuantas hay bajo la luna es la que duele más. Habrá pensado en quitarse la vida. No sabía que esa espada, esa hiel, esa agonía, eran el talismán que le fue dado para alcanzar ... | |
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Sólo una cosa no hay. Es el olvido Dios que salva el metal salva escoria y cifra en Su profética memoria las lunas que serán y las que han sido. Ya todo está. Los miles de reflejos que entre los dos crepúsculos del día tu rostro fue dejando en los espejos y los que ira dejando todavía. ... | |
Torne en mi boca el verso castellano a decir lo que siempre está diciendo desde el latín de Séneca: el horrendo dictamen de lo que todo es el gusano. Torne a cantar la pálida ceniza, los fastos de la muerte y la victoria de esa reina retórica que pisa los estandartes de la vanagloria. No así. ... | |
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No arriesgue el mármol temerario gárrulas transgresiones al todopoder del olvido, enumerando con prolijidad el nombre, la opinión, los acontecimientos, la patria. Tanto abalorio bien adjudicado está a la tiniebla y el mármol no hable lo que callan los hombres. Lo esencial de la vida fenecida ... | |
Para mi bisabuelo, el coronel Isidoro Suárez Dilató su valor sobre los Andes. Contrastó montañas y ejércitos. La audacia fue costumbre de su espada. Impuso en la llanura de Junín término venturoso a la batalla y a las lanzas del Perú dio sangre española. Escribió su censo de hazañas ... | |
De fierro, de encorvados tirantes de enorme fierro, tiene que ser la noche, para que no la revienten y la desfonden las muchas cosas que mis abarrotados ojos han visto, las duras cosas que insoportablemente la pueblan. Mi cuerpo ha fatigado los niveles, las temperaturas, las luces: ... | |
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Zanjones, sierras ásperas, médanos, sitiados por jadeantes singladuras y por las leguas de temporal y de arena que desde el fondo del desierto se agolpan. En un declive está el jardín. Cada arbolito es una selva de hojas. Lo asedian vanamente los estériles cerros silenciosos que apresuran ... | |
Refieren las historias orientales la de aquel rey del tiempo, que sujeto a tedio y esplendor, sale en secreto y solo, a recorrer los arrabales. Y a perderse en la turba de las gentes de rudas manos y de oscuros nombres; hoy, como aquel Emir de los Creyentes, Harún, ... | |
La amistad silenciosa de la luna (cito mal a Virgilio) te acompaña desde aquella perdida hoy en el tiempo noche o atardecer en que tus vagos ojos la descifraron para siempre en un jardín o un patio que son polvo. ¿Para siempre? Yo sé que alguien, un día, podrá decirte verdaderamente: ... | |
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A María Kodama Hay tanta soledad en ese oro. La luna de las noches no es la luna Que vio el primer Adán. Los largos siglos De la vigilia humana la han colmado De antiguo llanto. Mírala. Es tu espejo. | |
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El poniente implacable en esplendores quebró a filo de espada las distancias. Suave como un sauzal está la noche. Rojos chisporrotean los remolinos de las bruscas hogueras; leña sacrificada que se desangra en altas llamaradas, bandera viva y ciega travesura. La sombra es apacible como una lejanía; ... | |
A Letizia Álvarez de Toledo Por el deceso de alguien -misterio cuyo vacante nombre poseo y cuya reali- dad no abarcamos- hay hasta el alba una casa abierta en el Sur, una ignorada casa que no estoy destinado a rever, pero que me espera esta noche con desvelada luz en las altas horas ... | |
Tras los fuertes barrotes la pantera Repetirá el monótono camino Que es (pero no lo sabe) su destino De negra joya, aciaga y prisionera. Son miles las que pasan y son miles Las que vuelven, pero es una y eterna La pantera fatal que en su caverna Traza la recta que un eterno ... | |
Sueño con un antiguo rey. De hierro Es la corona y muerta la mirada. Ya no hay caras así. La firme espada Lo acatará, leal como su perro. No sé si es de Nortumbria o de Noruega. Sé que es del Norte. La cerrada y roja Barba le cubre el pecho. No me arroja Una mirada, su mirada ciega. ... | |
A Macedonio Fernández En busca de la tarde fui apurando en vano las calles. Ya estaban los zaguanes entorpecidos de sombra. Con fino bruñimiento de caoba la tarde entera se había remansado en la plaza, serena y sazonada, bienhechora y sutil como una lámpara, clara como una frente, ... | |
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Convencidos de caducidad por tantas nobles certidumbres del polvo, nos demoramos y bajamos la voz entre las lentas filas de los panteones, cuya retórica de sombra y de mármol promete o prefigura la deseable dignidad de haber muerto. Bellos son los sepulcros, el desnudo latín ... | |
La rosa, la inmarcesible rosa que no canto, la que es peso y fragancia, la del negro jardín en la alta noche, la de cualquier jardín y cualquier tarde, la rosa que resurge de la tenue ceniza por el arte de la alquimia, la rosa de los persas y de Ariosto, la que siempre está sola, ... | |
Las tardes que serán y las que han sido son una sola, inconcebiblemente. Son un claro cristal, solo y doliente, inaccesible al tiempo y al olvido. Son los espejos de esa tarde eterna que en un cielo secreto se atesora. En aquel cielo están el pez, la aurora, la balanza, la espada y la cisterna. ... | |
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Al cabo de los años del destierro volví a la casa de mi infancia y todavía me es ajeno su ámbito. Mis manos han tocado los árboles como quien acaricia a alguien que duerme y he repetido antiguos caminos como si recobrara un verso olvidado y vi al desparramarse la tarde la frágil luna ... | |
No habrá nunca una puerta. Estás adentro y el alcázar abarca el universo y no tiene ni anverso ni reverso ni externo muro ni secreto centro. No esperes que el rigor de tu camino que tercamente se bifurca en otro, que tercamente se bifurca en otro, tendrá fin. Es de hierro tu destino como tu juez. ... | |
Las calles de Buenos Aires ya son mi entraña. No las ávidas calles, incómodas de turba y ajetreo, sino las calles desganadas del barrio. Casi invisibles de habituales, enternecidas de penumbra y de ocaso y aquellas más afuera ajenas de árboles piadosos donde austeras casitas ... | |
Los ponientes y las generaciones. Los días y ninguno fue el primero. La frescura del agua en la garganta de Adán. El ordenado Paraíso. El ojo descifrando la tiniebla. El amor de los lobos en el alba. La palabra. El hexámetro. El espejo. La Torre de Babel y la soberbia. ... | |
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De estas calles que ahondan el poniente, Una habrá (no sé cuál) que he recorrido Ya por última vez, indiferente Y sin adivinarlo, sometido A Quién prefija omnipotentes normas y una secreta y rígida medida A las sombras, los sueños y las formas Que destejen y tejen esta vida. ... | |
Silenciosas batallas del ocaso en arrabales últimos, siempre antiguas derrotas de una guerra en el cielo, albas ruinosas que nos llegan desde el fondo desierto del espacio como desde el fondo del tiempo, negros jardines de la lluvia, una esfinge de un libro que yo tenía miedo de abrir ... | |
A Haydée Lange Se abre la verja del jardín con la docilidad de la página que una frecuente devoción interroga y adentro las miradas no precisan fijarse en los objetos que ya están cabalmente en la memoria. Conozco las costumbres y las almas y ese dialecto de alusiones que toda agrupación ... | |
¿Dónde estará mi vida, la que pudo haber sido y no fue, la venturosa o la de triste horror, esa otra cosa que pudo ser la espada o el escudo y que no fue? ¿Dónde estará el perdido antepasado persa o el noruego, dónde el azar de no quedarme ciego, dónde el ancla y el mar, dónde el olvido ... | |
Siguen apuntalando la recova Del Paseo de Julio, sombras vanas En eterno altercado con hermanas Sombras o con el hambre, esa otra loba. Cuando el último sol es amarillo En la frontera de los arrabales, Vuelven a su crepúsculo, fatales Y muertos, a su puta y su cuchillo. ... | |
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Yo que soy el que ahora está cantando Seré mañana el misterioso, el muerto, El morador de un mágico y desierto Orbe sin antes ni después ni cuándo. Así afirma la mística. Me creo Indigno del Infierno o de la Gloria, Pero nada predigo. Nuestra historia Cambia como las formas ... | |
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En las trémulas tierras que exhalan el verano, el día es invisible de puro blanco. El día es una estría cruel en una celosía, un fulgor en las costas y una fiebre en el llano. Pero la antigua noche es honda como un jarro de agua cóncava. El agua se abre a infinitas huellas, y en ociosas canoas, ... | |
El primer puente de Constitución y a mis pies Fragor de trenes que tejían laberintos de hierro. Humo y silbatos escalaban la noche, Que de golpe fue el juicio Universal. Desde el invisible horizonte Y desde el centro de mi ser, una voz infinita Dijo estas cosas (estas cosas, no estas palabras, ... | |
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Sin fin el mar. Sin fin el pez, la verde serpiente cosmogónica que encierra, verde serpiente y verde mar, la tierra, como ella circular. La boca muerde la cola que le llega desde lejos, desde el otro confín. El fuerte anillo que nos abarca es tempestades, brillo, sombra y rumor, ... | |
1964 I Ya no es mágico el mundo. Te han dejado. Ya no compartirás la clara luna Ni los lentos jardines. Ya no hay una Luna que no sea espejo del pasado. Cristal de soledad, sol de agonías. Adiós las mutuas manos y las sienes Que acercaba el amor. Hoy sólo tienes La fiel memoria ... | |
1964 I Ya no es mágico el mundo. Te han dejado. Ya no compartirás la clara luna ni los lentos jardines. Ya no hay una luna que no sea espejo del pasado, cristal de soledad, sol de agonías. Adiós las mutuas manos y las sienes que acercaba el amor. Hoy sólo tines la fiel memoria ... | |
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1971 Dos hombres caminaron por la luna. Otros después. ¿Qué puede la palabra, Qué puede lo que el arte sueña y labra, Ante su real y casi irreal fortuna? Ebrios de horror divino y de aventura, Esos hijos de Whitman han pisado El páramo lunar, el inviolado Orge que, ... | |
1891 Apenas lo entreveo y ya lo pierdo. Ajustado el decente traje negro, La frente angosta y el bigote ralo, Y con una chalina como todas, Caina entre la gente de la tarde Ensimismado y sin mirar a nadie. En una esquina de la calle Piedras Pide una caña brasilera. El hábito. ... | |
Alguien ya contó los días, Alguien ya sabe la hora, Alguien para Quien no hay ni premuras ni demora. Albornoz pasa silbando una milonga entrerriana; bajo el ala del chambergo sus ojos ven la mañana, la mañana de este día del ochocientos noventa; en el bajo del Retiro ya le han perdido ... | |
Servando Cardoso el nombre y Ño Calandria el apodo; no lo sabrán olvidar los años, que olvidan todo. No era un científico de eoss que usan arma de gatillo; era su gusto jugarse en el baile del cuchillo. Cuántas veces en Montiel lo habrá visto la alborada en brazos de una mujer ya tenida y ya olvidada. ... | |
Venga un rasgueo y ahora, con el permiso de ustedes, le estoy cantando, señores, a don Nicanor Paredes. No lo vi rígido y muerto ni siquiera lo vi enfermo; lo veo con paso firme pisar su feudo, Palermo. El bigote un poco gris pero en los ojos el brillo y cerca del corazón el bultito del cuchillo. ... | |
Traiga cuentos la guitarra De cuando el fierro brillaba, Cuentos de truco y de taba, De cuadreras y de copas, Cuentos de la Costa Brava y el Camino de las Tropas. Venga una historia de ayer Que apreciarán los más lerdos; El destino no hace acuerdos Y nadie se lo reproche ... | |
Me acuerdo. Fue en Balvanera En una noche lejana Que alguien dejó caer el nombre De un tal Jacinto Chiclana. Algo se dijo también De una esquina y de un cuchillo; Los años nos dejan ver El entrevero y el brillo. Quién sabe por qué razón Me anda buscando ese nombre; Me gustaría ... | |
Alta la voz y animosa como si cantara flor, hoy, caballeros, le canto a la gente de color. Marfil negro lo llamaban los ingleses y holandeses que aquí los desembarcaron al cabo de largos meses. En el barrio del Retiro hubo mercado de esclavos; de buena disposición y muchos salieron bravos. ... | |
Manuel Flores va a morir. Eso es moneda corriente; Morir es una costumbre Que sabe tener la gente. Mañana vendrá la bala Y con la bala el olvido; Lo dijo el sabio Merlin: Morir es haber nacido. Y sin embargo me duele Decirle adiós a la vida, Esa cosa tan de siempre, ... | |
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Lo he soñado en esta casa entre paredes y puertas. Dios le permite a los hombres soñar cosas que son ciertas. Lo he soñado mar afuera en unas islas glaciales. Que nos digan lo demás la tumba y los hospitales. Una de tantas provincias del interior fue su terra. ... | |
Milonga que este porteño dedica a los orientales, agradeciendo memorias de tardes y de ceibales. El sabor de lo oriental con estas palabras pinto; es el sabor de lo que es igual y un poco distinto. Milonga de tantas cosas que se van quedando lejos; la quinta con mirador y el zócalo de azulejos. ... | |
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Al cabo de los años me rodea una terca neblina luminosa que reduce las cosas a una cosa sin forma ni color. Casi a una idea. La vasta noche elemental y el día lleno de gente son esa neblina de luz dudosa y fiel que no declina y que acecha en el alba. Yo querría ver una cara alguna vez. ... | |
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Zumban las balas en la tarde última. Hay viento y hay cenizas en el viento, se dispersan el día y la batalla deforme, y la victoria es de los otros. Vencen los bárbaros, los gauchos vencen. Yo, que estudié las leyes y los cánones, yo, Francisco Narciso de Laprida, ... | |
Nadie rebaje a lágrima o reproche esta declaración de la maestría de Dios, que con magnífica ironía me dio a la vez los libros y la noche. De esta ciudad de libros hizo dueños a unos ojos sin luz, que sólo pueden leer en las bibliotecas de los sueños los insensatos párrafos que ceden laa albas ... | |
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A Alicia Jurado Un poeta oriental Durante cien otoños he mirado tu tenue disco. Durante cien otoños he mirado tu arco sobre las islas. Durante cien otoños mis labios no han sido menos silenciosos. El desierto El espacio sin tiempo. La luna es del color de la arena. Ahora, precisamente ahora, ... | |
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Libre de la memoria y de la esperanza, ilimitado, abstracto, casi futuro, el muerto no es un muerto: es la muerte. Como el Dios de los místicos, de Quien deben negarse todos los predicados, el muerto ubicuamente ajeno no es sino la perdición y ausencia del mundo. Todo se lo robamos, ... | |
En la sala tranquila cuyo reloj austero derrama un tiempo ya sin aventuras ni asombro sobre la decente blancura que amortaja la pasión roja de la caoba, alguien, como reproche cariñoso, pronunció el nombre familiar y temido. La imagen del tirano abarrotó el instante, no clara como un mármol ... | |
A C. G. Afuera hay un ocaso, alhaja oscura engastada en el tiempo, y una honda ciudad ciega de hombres que no te vieron. La tarde calla o canta. Alguien descrucifica los anhelos clavados en el piano. Siempre, la multitud de tu hermosura.* * * A despecho de tu desamor tu hermosura prodiga ... | |
Los muebles de caoba perpetúan entre la indecisión del brocado su tertulia de siempre. Los daguerrotipos mienten su falsa cercanía de tiempo detenido en un espejo y ante nuestro examen se pierden como fechas inútiles de borrosos aniversarios. Desde hace largo tiempo ... | |
Cuando nos anonada la desdicha, durante un segundo nos salvan las aventuras ínfimas de la atención o de la memoria: el sabor de una fruta, el sabor del agua, esa cara que un sueño nos devuelve, los primeros jazmines de noviembre, el anhelo infinito de la brújula, ... | |
En los campos de Antelo, hacia el noventa mi padre lo trató. Quizá cambiaron unas parcas palabras olvidadas. No recordaba de él sino una cosa: el dorso de la oscura mano izquierda cruzado de zarpazos. En la estancia cada uno cumplía su destino: éste era domador, tropero el otro, ... | |
¿En qué reino, en qué siglo, bajo qué silenciosa conjunción de los astros, en qué secreto día que el mármol no ha salvado, surgió la valerosa y singular idea de inventar la alegría? Con otoños de oro la inventaron. El vino fluye rojo a lo largo de las generaciones como el río del tiempo ... | |
Soy el que sabe que no es menos vano que el vano observador que en el espejo de silencio y cristal sigue el reflejo o el cuerpo (da lo mismo) del hermano. Soy, tácitos amigos, el que sabe que no hay otra venganza que el olvido ni otro perdón. Un dios ha concedido al odio humano ... | |
Las traslúcidas manos del judío Labran en la penumbra los cristales Y la tarde que muere es miedo y frío. (Las tardes a las tardes son iguales.) Las manos y el espacio de jacinto Que palidece en el confín del Ghetto Casi no existen para el hombre quieto Que está soñando un claro laberinto. ... | |
El hombre se despierta de un incierto sueño de alfanjes y de campo llano y se toca la barba con la mano y se pregunta si está herido o muerto. ¿No lo perseguirán los hechiceros que han jurado su mal bajo la luna? Nada. Apenas el frío. Apenas una dolencia de sus años postrimeros. ... | |
Naderías. El nombre de Muraña, una mano templando una guitarra, una voz, hoy pretérita que narra para la tarde una perdida hazaña de burdel o de atrio, una porfía, dos hierros, hoy herrumbre, que chocaron y alguien quedó tendido, me bastaron para erigir una mitología. ... | |
El alivio que habrá sentido César en la mañana de Farsa- lia, al pensar: Hoy es la batalla. El alivio que habrá sentido Carlos Primero al ver el alba en el cristal y pensar: Hoy es el día del patíbulo, del co- raje y del hacha. El alivio que tú y yo sentiremos en el instrante que prece- ... | |
Como quien recorre una costa maravillado de la muchedumbre del mar, albriciado de luz y pródigo espacio, yo fui el espectador de tu hermosura durante un largo día. Nos despedimos al anochecer y en gradual soledad al volver por la calle cuyos rostros aún te conocen, se oscureció mi dicha, ... | |
No sé cuál es la cara que me mira cuando miro la cara del espejo; no sé qué anciano acecha en su reflejo con silenciosa y ya cansada ira. Lento en mi sombra, con la mano exploro mis invisibles rasgos. Un destello me alcanza. He vislumbrado tu cabello que es de ceniza o es aún de oro. ... | |
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Allá por el Maldonado, que hoy corre escondido y ciego, allá por el barrio gris que cantó el pobre Carriego, tras una puerta entornada que da al patio de la parra, donde las noches oyeron el amor de la guitarra, habrá un cajón y en el fondo dormirá con duro brillo, entre esas cosas que el tiempo . ... | |
Apenas una cosa entre las cosas Pero también un arma. Fue forjada En Inglaterra, en 1604, Y la cargaron con un sueño. Encierra Sonido y furia y noche y escarlata. Mi palma la sopesa. Quién diría Que contiene el infierno: las barbadas Brujas que son las parcas, los puñales ... | |
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Loada sea la misericordia De Quien, ya cumplidos mis setenta años Y sellados mis ojos, Me salva de la venerada vejez Y de las galerías de precisos espejos De los días iguales Y de los protocolos, marcos y cátedras Y de la firma de incansables planillas Para archivos del polvo ... | |
Con la tarde se cansaron los dos o tres colores del patio. Esta noche, la luna, el claro círculo, no domina su espacio. Patio, cielo encauzado. El patio es el declive por el cual se derrama el cielo en la casa. Serena, la eternidad espera en la encrucijada de estrellas. Grato es vivir en la amistad oscura ... | |
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Vuelve a mirar los arduos borradores De aquel primer soneto innominado, La página arbitraria en que ha mezclado Tercetos y cuartetos pecadores. Lima con lenta pluma sus rigores Y se detiene. Acaso le ha llegado Del porvenir y de su horror sagrado Un rumor de remotos ruiseñores. ... | |
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Soy una pieza de limado acero. Mi borde irregular no es arbitrario. Duermo mi vago acero en un armario que no veo, sujeta a mi llavero. Hay una cerradura que me espera, una sola. La puerta es de forjado hierro y firme cristal. Del otro lado está la casa, oculta y verdadera. ... | |
La calavera, el corazón secreto, los caminos de sangre que no veo, los túneles del sueño, ese Proteo, las vísceras, la nuca, el esqueleto. Soy esas cosas. Increíblemente soy también la memoria de una espada y la de un solitario poniente que se dispersa en oro, en sombra, en nada. ... |
OTROS POETAS EN LA VOZ DE JORGE LUIS BORGES |
De Almafuerte (Pedro B. Palacios)
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Yo renuncié las glorias mundanales Por el arduo desierto solitario, Para sembrar, también, abecedario, Donde mismo se siembran los trigales. Yo tuve mi covacha siempre abierta Para cualquier afán, falaz o cierto, Y tan franco, tan libre, tan abierto, Mi hermoso corazón como mi puerta... |