WASHINGTON BENAVIDES | |
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Ese pobre árbol en la niebla. Con algo de monje albigense ante un feroz concilio vaticano. Ese pobre pino o abeto (no logro identificarlo bien) en el dominio de la niebla. ¿Qué roza terrible qué hambriento fuego volvió cenizas a sus pares que (los sobrevivientes) se agrupan temerosos tras la cañada?... | |
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Si yo pudiera, con las palabras más sencillas, diseñar, como un arquitecto sobre un plano azul hasta el último pormenor de un bello edificio, tu boca, edificada para decir ternuras y pastorear besos; tu cuello, firme como una ley estatuida por el pueblo; tus pequeños senos, que han creado la proa más firme... | |
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aquel mundo espléndido descubierto a los nueve años cuando leído fue un libro cuyos personajes discutían la redacción de sus propias aventuras, escritas por un árabe, nigromante, erudito. 2 : el pubis de aquella morena adolescente donde apenas asomaba la cabellera menor... | |
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El poema no empieza donde empieza, ni acaba donde acaba. Sus comienzos, como esos ríos que son fuentes, regatos mínimos, coalición de aguas, están ahí: en una palabra, un hecho no identificado, que sirve de referente; una sombra que cierra la puerta, la cortinilla que se agita, levemente... | |
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Los pobres tipos nacen (o se hacen, da lo mismo) con estigmas: jorobas invisibles, patas de palo, ojos de vidrio, prótesis de caderas, gorgueras de fracturas cervicales, sarcomas, sífilis lepra (los más antiguos) Sida. Deben matarse, noche y día, para construir como ingenieros castillos o casas económicas... | |
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La tropa de poetas, periodistas, fotógrafos, bajó del bus, a las 5 de la tarde, y rápidamente, estirando las piernas (y cada uno según su condición física), enderezó hacia aquellas columnas rojizas, aquellos edificios marrones, con su musgo dorado o gris; hacia las celdas conventuales descarnadas... |