GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER | |
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A qué me lo decÃs? Lo sé: es mudable, es altanera y vana y caprichosa: antes que el sentimiento de su alma brotará el agua de la estéril roca. Sé que en su corazón, nido de sierpes, no hay una fibra que al amor responda que es una estatua inanimada; pero... ¡Es tan hermosa!... | |
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Patriarcas que fuisteis la semilla del árbol de la fe en siglos remotos, al vencedor divino de la muerte rogadle por nosotros. Profetas que rasgasteis inspirados del porvenir el velo misterioso, al que sacó la luz de las tinieblas rogadle por nosotros. Almas cándidas, Santos... | |
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Al brillar un relámpago nacemos y aún dura su fragor cuando morimos. ¡Tan corto es el vivir! La gloria y el amor tras que corremos, sombras de un sueño son que perseguimos. ¡Despertar es morir!... | |
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Al ver mis horas de fiebre e insomnio lentas pasar, a la orilla de mi lecho, ¿quién se sentará? Cuando la trémula mano tienda próximo a expirar buscando una mano amiga, ¿quién la estrechará? Cuando la muerte vidrÃe de mis ojos el cristal, mis párpados aún abiertos, ¿quién los cerrará?... | |
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Alguna vez la encuentro por el mundo y pasa junto a mÃ; y pasa sonriéndose, y yo digo: ¿Cómo puede reÃr? Luego asoma a mi labio otra sonrisa máscara de dolor, y entonces pienso: ¡Acaso ella se rÃe como me rÃo yo!... | |
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Antes que tú me moriré: escondido en las entrañas ya el hierro llevo con que abrió tu mano la ancha herida mortal. Antes que tú me moriré: y mi espÃritu, en su empeño tenaz, sentándose a las puertas de la muerte, allà te esperará. Con las horas los dÃas, con los dÃas los años volarán... | |
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Apoyando mi frente calurosa en el frÃo cristal de la ventana, en el silencio de la oscura noche de su balcón mis ojos no apartaba. En medio de la sombra misteriosa su vidriera lucÃa iluminada, dejando que mi vista penetrase en el puro santuario de su estancia. Pálido como el mármol el semblante... | |
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Asomaba a sus ojos una lágrima y a mis labios una frase de perdón; habló el orgullo y se enjugó su llanto, y la frase en mis labios expiró. Yo voy por un camino, ella por otro; pero al pensar en nuestro mutuo amor, yo digo aún: ¿Por qué callé aquel dÃa? , y ella dirá. ¿Por qué no lloré yo?... | |
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Besa el aura que gime blandamente las leves ondas que jugando riza; el sol besa a la nube de Occidente, y de púrpura y oro la matiza; la llama en derredor del tronco ardiente por besar a otra llama se desliza, y hasta el sauce inclinándose a su peso al rÃo que lo besa, vuelve un beso... | |
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Cendal flotante de leve bruma, rizada cinta de blanca espuma, rumor sonoro de arpa de oro, beso del aura, onda de luz, eso eres tú. Tú, sombra aérea, que cuantas veces voy a tocarte, te desvanece como la llama, como el sonido, como la niebla, como el gemido del lago azul... | |
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Cerraron sus ojos que aún tenÃa abiertos, taparon su cara con un blanco lienzo; y unos sollozando, otros en silencio, de la triste alcoba todos se salieron. La luz que en un vaso ardÃa en el suelo, al muro arrojaba la sombra del lecho; y entre aquella sombra veÃase a intervalos... | |
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Como en un libro abierto leo de tus pupilas en el fondo; ¿a qué fingir el labio risas que se desmienten con los ojos? ¡Llora! No te avergüences de confesar que me quisiste un poco. ¡Llora!... | |
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Como enjambre de abejas irritadas, de un oscuro rincón de la memoria salen a perseguirnos los recuerdos de las pasadas horas. Yo los quiero ahuyentar. ¡Esfuerzo inútil! me rodean, me acosan, y unos tras otros a clavarme vienen el agudo aguijón que el alma encona... | |
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Como guarda el avaro su tesoro, guardaba mi dolor; yo querÃa probar que hay algo eterno a la que eterno me juró su amor. Mas hoy le llamo en vano, y oigo al Tiempo, que lo agotó, decir: ¡Ah barro miserable, eternamente no podrás ni aun sufrir!... | |
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Como la brisa que la sangre orea sobre el oscuro campo de batalla, cargada de perfumes y armonÃas en el silencio de la noche vaga; sÃmbolo del dolor y la ternura, del bardo inglés en el horrible drama, la dulce Ofelia, la razón perdida cogiendo flores y cantando pasa... | |
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Como se arranca el hierro de una herida, su amor de las entrañas me arranqué, aunque sentà al hacerlo que la vida me arrancaba con él! Del altar que le alcé en el alma mÃa la voluntad su imagen arrojó, y la luz de la fe que en ella ardÃa ante el ara desierta se apagó... | |
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Cómo vive esa rosa que has prendido junto a tu corazón? Nunca hasta ahora contemplé en la tierra sobre el volcán la flor... | |
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Cruza callada, y son sus movimientos silenciosa armonÃa; suenan sus pasos, y al sonar recuerdan del himno alado la cadencia rÃtmica. Los ojos entreabre, aquellos ojos tan claros como el dÃa; y la tierra y el cielo, cuanto abarcan, arden con nueva luz en sus pupilas... | |
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Cuando en la noche te envuelven las alas de tul del sueño y tus tendidas pestañas semejan arcos de ébano, por escuchar los latidos de tu corazón inquieto y reclinar tu dormida cabeza sobre mi pecho, diera, alma mÃa, cuanto poseo; ¡la luz, el aire y el pensamiento!... | |
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Cuando entre la sombra oscura perdida una voz murmura turbando su triste calma, si en el fondo de mi alma la oigo dulce resonar, dime: ¿es que el viento en sus giros se queja, o que tus suspiros me hablan de amor al pasar? Cuando el sol en mi ventana rojo brilla a la mañana... | |
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Cuando me lo contaron sentà el frÃo de una hoja de acero en las entrañas; me apoyé contra el muro, y un instante la conciencia perdà de dónde estaba. Cayó sobre mi espÃritu la noche; en ira y en piedad se anegó el alma ¡Y entonces comprendà por qué se llora... | |
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Cuando miro el azul horizonte perderse a lo lejos al través de una gasa de polvo dorado e inquieto, me parece posible arrancarme del mÃsero suelo, y flotar con la niebla dorada en átomos leves cual ella deshecho. Cuando miro de noche, en el fondo oscuro del cielo las estrellas temblar... | |
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Cuando sobre el pecho inclinas la melancólica frente, una azucena tronchada me pareces. Porque al darte la pureza, de que es sÃmbolo celeste, como a ella te hizo Dios de oro y de nieve... | |
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Cuando volvemos las fugaces horas del pasado a evocar, temblando brilla en tus pestañas negras una lágrima pronta a resbalar. Y al fin resbala, y cae como gota de rocÃo, al pensar que, cual hoy por ayer, por hoy mañana, volveremos los dos a suspirar... | |
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Cuántas veces, al pie de las musgosas paredes que la guardan, oà la esquila que al mediar la noche a los maitines llama! ¡Cuántas veces trazó mi triste sombra la luna plateada, junto a la del ciprés que de su huerto se asoma por las tapias! Cuando en sombras la iglesia se envolvÃa... | |
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De dónde vengo?... El más horrible y áspero de los senderos busca. Las huellas de unos pies ensangrentados sobre la roca dura; los despojos de un alma hecha jirones en las zarzas agudas, te dirán el camino que conduce a mi cuna. ¿A dónde voy?... | |
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De lo poco de vida que me resta, diera con gusto los mejores años por saber lo que ha otros de mà has hablado. Y esta vida mortal y de la eterna lo que me toque, si me toca algo, por saber lo que a solas de mà has pensado... | |
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Dejé la luz a un lado, y en el borde de la revuelta cama me senté, mudo, sombrÃo, la pupila inmóvil clavada en la pared. ¿Qué tiempo estuve asÃ? No sé; al dejarme la embriaguez horrible de dolor, expiraba la luz y en mis balcones reÃa el sol. Ni sé tampoco en tan terribles horas en qué pensaba... | |
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Del salón en el ángulo oscuro, de su dueño tal vez olvidada, silenciosa y cubierta de polvo, veÃase el arpa. ¡Cuánta nota dormÃa en sus cuerdas, como el pájaro duerme en la rama esperando la mano de nieve que sabe arrancarlas! ¡Ay! pensé,¡Cuántas veces el genio asà duerme en el fondo del alma... | |
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Despierta, tiemblo al mirarte; dormida, me atrevo a verte; por eso, alma de mi alma, yo velo cuando tú duermes. Despierta, rÃes y al reÃr tus labios inquietos me parecen relámpagos de grana que serpean sobre un cielo de nieve. Dormida, los extremos de tu boca pliega sonrisa leve... | |
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Dos rojas lenguas de fuego que a un mismo tronco enlazadas, se aproximan, y al besarse forman una sola llama; dos notas que del laúd a un tiempo la mano arranca, y en el espacio se encuentran y armoniosas se abrazan; dos olas que vienen juntas a morir sobre una playa... | |
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En la clave del arco mal seguro cuyas piedras el tiempo enrojeció, obra de un cincel rudo, campeaba el gótico blasón. Penacho de su yelmo de granito, la hiedra que colgaba en derredor daba sombra al escudo, en que una mano tenÃa un corazón. A contemplarlo en la desierta plaza nos... | |
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En la imponente nave del templo bizantino, vi la gótica tumba, a la indecisa luz que temblaba en los pintados vidrios. Las manos sobre el pecho, y en las manos un libro, una mujer hermosa reposaba sobre la urna, del cincel prodigio. Del cuerpo abandonado al dulce peso hundido, cual... | |
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Entre el discorde estruendo de la orgÃa acarició mi oÃdo, como nota de música lejana, el eco de un suspiro. El eco de un suspiro que conozco, formado de un aliento que he bebido, perfume de una flor que oculta crece en un claustro sombrÃo. Mi adorada de un dÃa, cariñosa, ¿en qué... | |
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Errante por el mundo fui gritando: La gloria ¿dónde está? Y una voz misteriosa contestóme: Más allá... más allá... En pos de ella perseguà el camino que la voz me marcó; halléla al fin, pero en aquel instante el humo se truncó. Mas el humo, formado denso velo, se empezó a... | |
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Es cuestión de palabras, y, no obstante, ni tú ni yo jamás, después de lo pasado, convendremos en quién la culpa está. ¡Lástima que el amor un diccionario no tenga dónde hallar cuándo el orgullo es simplemente orgullo y cuándo es dignidad! De: Rimas, leyendas y... | |
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Es el alba una sombra de tu sonrisa, y un rayo de tus ojos la luz del dÃa; pero tu alma es la noche de invierno, negra y helada. De: Rimas, leyendas y... | |
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Es un sueño la vida, pero un sueño febril que dura un punto; cuando de él se despierta, se ve que todo es vanidad y humo... ¡Ojalá fuera un sueño muy largo y muy profundo! ¡Un sueño que durara hasta la muerte!... Yo soñarÃa con mi amor y el tuyo. De: Rimas, leyendas y... | |
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EspÃritu sin nombre, indefinible esencia, yo vivo con la vida sin formas de la idea. Yo nado en el vacÃo del sol tiemblo en la hoguera, palpito entre las sombras y floto con las nieblas. Yo soy el fleco de oro de la lejana estrella; yo soy de la alta luna la luz tibia y serena. Yo... | |
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Esta armazón de huesos y pellejo, de pasear una cabeza loca cansada se halla al fin, y no lo extraño; pues, aunque es la verdad que no soy viejo, de la parte de vida que me toca en la vida del mundo, por mi daño he hecho un uso tal, que jurarÃa que he condensado un siglo en cada dÃa... | |
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Fatigada del baile, encendido el color, breve el aliento, apoyada en mi brazo, del salón se detuvo en un extremo Entre la leve gasa que levantaba el palpitante seno, una flor se mecÃa en compasado y dulce movimiento. Como cuna de nácar que empuja al mar y que acaricia el céfiro, tal... | |
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Fingiendo realidades con sombra vana, delante del Deseo va la Esperanza; y sus mentiras, como el Fénix, renacen de sus cenizas. De: Rimas, leyendas y... | |
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Flores tronchadas, marchitas hojas arrastra el viento; en los espacios, tristes gemidos repite el eco. En las nieblas de los pasados, en las regiones del pensamiento gemidos tristes, marchitas galas son mis recuerdos. De: Rimas, leyendas y... | |
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Hoy como ayer, mañana como hoy, y, ¡siempre igual! Un cielo gris, un horizonte eterno, y, ¡andar..., andar! Moviéndose a compás, como una estúpida máquina, el corazón; la torpe inteligencia del cerebro, dormida en un rincón. El alma, que ambiciona un paraÃso, buscándolo sin fe;... | |
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Hoy la tierra y los cielos me sonrÃen; hoy llega al fondo de mi alma el sol; hoy la he visto..., la he visto y me ha mirado... ¡Hoy creo en Dios! De: Rimas, leyendas y... | |
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PRIMERA VOZ Las ondas tienen vaga armonÃa; las violetas, süave olor; brumas de plata la noche frÃa, luz y oro el dÃa; yo algo mejor: ¡yo tengo Amor! SEGUNDA VOZ Aura de aplausos, nube rabiosa, ola de envidia que besa el pie, isla de sueños donde reposa el alma ansiosa. ¡Dulce... | |
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Las ropas desceñidas, desnudas las espadas, en el umbral de oro de la puerta dos ángeles velaban. Me aproximé a los hierros que defienden la entrada, y de las dobles rejas en el fondo la vi confusa y blanca. La vi como la imagen que en leve sueño pasa, como rayo de luz tenue y... | |
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Llegó la noche y no encontré un asilo; ¡y tuve sed...! Mis lágrimas bebÃ. ¡Y tuve hambre! ¡Los hinchados ojos cerré para morir! ¡Estaba en un desierto! Aunque a mi oÃdo de las turbas llegaba el ronco hervir, yo era huérfano y pobre... ¡El mundo estaba desierto... para mÃ! De: Rimas,... | |
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Lo que el salvaje que con torpe mano hace de un tronco a su capricho un dios, y luego ante su obra se arrodilla, eso hicimos tú y yo. Dimos formas reales a un fantasma, de la mente ridÃcula invención, y hecho el Ãdolo ya, sacrificamos en su altar nuestro amor. De: Rimas, leyendas y... | |
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Los invisibles átomos del aire en derredor palpitan y se inflaman el cielo se deshace en rayos de oro la tierra se estremece alborozada. Oigo flotando en olas de armonÃa rumor de besos y batir de alas, mis párpados se cierran... ¿Qué sucede? ¿Dime?... ¡Silencio!... ¡Es el amor que... | |
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Los suspiros son aire y van al aire. Las lágrimas son agua y van al mar. Dime, mujer: cuando el amor se olvida, ¿sabes tú adónde va? De: Rimas, leyendas y... | |
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Me ha herido recatándose en las sombras, sellando con un beso su traición. Los brazos me echó al cuello, y por la espalda partióme a sangre frÃa el corazón. Y ella prosigue alegre su camino, feliz, risueña, impávida; ¿y por qué? Porque no brota sangre de la herida... ¡Porque el... | |
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Mi vida es un erial: flor que toco se deshoja; que en mi camino fatal, alguien va sembrando el mal para que yo lo recoja. De: Rimas, leyendas y... | |
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Negros fantasmas, nubes sombrÃas, huyen ante el destello de la luz divina. Esa luz santa, niña de negros ojos, es la esperanza. Al calor de sus rayos mi fe gigante contra desdenes lucha sin amenguarse. En este empeño es, si grande el martirio, mayor el premio. Y si aún muestras,... | |
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No digáis que agotado su tesoro, de asuntos falta, enmudeció la lira. Podrá no haber poetas, pero siempre habrá poesÃa. Mientras las ondas de la luz al beso palpiten encendidas; mientras el sol las desgarradas nubes de fuego y oro vista; mientras el aire en su regazo lleve perfumes y... | |
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No dormÃa; vagaba en ese limbo en que cambian de forma los objetos, misteriosos espacios que separan la vigilia del sueño. Las ideas que en ronda silenciosa daban vueltas en torno a mi cerebro, poco a poco en su danza se movÃan con un compás más lento. De la luz que entra al alma por... | |
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No has sentido en la noche, cuando reina la sombra una voz apagada que canta y una inmensa tristeza que llora? ¿No sentiste en tu oÃdo de virgen las silentes y trágicas notas que mis dedos de muerto arrancaban a la lira rota? ¿No sentiste una lágrima mÃa deslizarse en tu boca, ni sentiste mi mano de nieve estrechar a la tuya de rosa?... | |
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No me admiró tu olvido! Aunque de un dÃa, me admiró tu cariño mucho más; porque lo que hay en mà que vale algo, eso... ¡ni lo pudiste sospechar!... | |
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No sé lo que he soñado en la noche pasada; triste, muy triste debió ser el sueño, pues despierto la angustia me duraba. Noté, al incorporarme húmeda la almohada, y por primera vez sentÃ, al notarlo, de un amargo placer henchirse el alma. Triste cosa es el sueño que llanto nos... | |
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Nuestra pasión fue un trágico sainete en cuya absurda fábula lo cómico y lo grave confundidos risas y llanto arrancan. Pero fue lo peor de aquella historia que, al fin de la jornada, a ella tocaron lágrimas y risas, ¡y a mà sólo las lágrimas! De: Rimas, leyendas y... | |
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Olas gigantes que os rompéis bramando en las playas desiertas y remotas, envuelto entre las sábanas de espuma, ¡llevadme con vosotras! Ráfagas de huracán que arrebatáis del alto bosque las marchitas hojas, arrastrado en el ciego torbellino, ¡llevadme con vosotras! Nubes de tempestad... | |
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Para que los leas con tus ojos grises, para que los cantes con tu clara voz, para que llenen de emoción tu pecho, hice mis versos yo. Para que encuentres en tu pecho asilo y le des juventud, vida, y calor, tres cosas que yo ya no puedo darles, hice mis versos yo. Para hacerte gozar... | |
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Pasaba arrolladora en su hermosura y el paso le dejé; ni aun a mirarla me volvÃ, y, no obstante algo en mi oÃdo murmuró: Esa es. ¿Quién reunió la tarde a la mañana? Lo ignoro; sólo sé que en una breve noche de verano se unieron los crepúsculos y ... fue. De: Rimas, leyendas y... | |
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Podrá nublarse el sol eternamente; podrá secarse en un instante el mar; podrá romperse el eje de la tierra como un débil cristal. ¡Todo sucederá! Podrá la muerte cubrirme con su fúnebre crespón; pero jamás en mà podrá apagarse la llama de tu amor. De: Rimas, leyendas y... | |
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Por una mirada, un mundo; por una sonrisa, un cielo; por un beso... ¡yo no sé que te diera por un beso! De: Rimas, leyendas y... | |
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Porque son niña, tus ojos verdes como el mar, te quejas; verdes los tienen las náyades, verdes los tuvo Minerva, y verdes son las pupilas de las hurÃs del profeta. El verde es gala y ornato del bosque en la primavera. Entre sus siete colores, brillante el iris lo ostenta. Las... | |
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Primero es un albor trémulo y vago rayo de inquieta luz que corta el mar; luego chispea y crece y se dilata en ardiente explosión de claridad. La brilladora lumbre es la alegrÃa; la temerosa sombra es el pesar; ¡Ay!, en la oscura noche de mi alma, ¿cuándo amanecerá? De: Rimas,... | |
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Qué es poesÃa? , dices mientras clavas en mi pupila tu pupila azul. ¿Qué es poesÃa? ¿Y tú me lo preguntas? PoesÃa... eres tú... | |
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Qué hermoso es ver el dÃa coronado de fuego y levantarse, y a su beso de lumbre brillar las olas y encenderse el aire! ¡Qué hermoso es tras la lluvia, del triste otoño en la azulada tarde, de las húmedas flores el perfume beber hasta saciarse! ... | |
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Quién fuera luna, quién fuera brisa, quién fuera sol! ¡Quién del crepúsculo fuera la hora, quién el instante de tu oración! ¡Quién fuera parte de la plegaria que solitaria mandas a Dios! ¡Quién fuera luna quién fuera brisa, quién fuera sol!... | |
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Quieres que de ese néctar delicioso no te amargue la hez? pues aspÃralo, acércalo a tus labios y déjalo después. ¿Quieres que conservemos una dulce memoria de este amor? Pues amémonos hoy mucho, y mañana digámonos ¡adiós!... | |
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Sabe, si alguna vez tus labios rojos quema invisible atmósfera abrasada, que al alma que hablar puede con los ojos, también puede besar con la mirada. De: Rimas, leyendas y... | |
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Sacudimiento extraño que agita las ideas, como huracán que empuja las olas en tropel; murmullo que en el alma se eleva y va creciendo, como volcán que sordo anuncia que va a arder; deformes silüetas de seres imposibles; paisajes que aparecen como a través de un tul; colores que... | |
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Saeta que voladora cruza arrojada al azar, sin adivinarse dónde temblando se clavará; hoja del árbol seca arrebata el vendaval, sin que nadie acierte el surco donde a caer volverá; gigante ola que el viento riza y empuja en el mar, y rueda y pasa, y no sabe qué playa buscando va; luz... | |
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Será verdad que cuando toca el sueño con sus dedos de rosa nuestros ojos, de la cárcel que habita huye el espÃritu en vuelo presuroso? ¿Será verdad que huésped de las nieblas, de la brisa nocturna al tenue soplo alado sube a la región vacÃa a encontrarse con otros?... | |
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Si al mecer las azules campanillas de tu balcón, crees que suspirando pasa el viento murmurador, sabe que, oculto entre las verdes hojas, suspiro yo. Si al resonar confuso a tus espaldas vago rumor, crees que por tu nombre te ha llamado lejana voz, sabe que, entre las sombras que te... | |
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Si de nuestros agravios en un libro se escribiese la historia, y se borrase en nuestras almas cuanto se borrase en sus hojas; te quiero tanto aún, dejó en mi pecho tu amor huellas tan hondas, que sólo con que tú borrases una, ¡las borraba yo todas! De: Rimas, leyendas y... | |
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Sobre la falda tenÃa el libro abierto; en mi mejilla tocaban sus rizos negros; no veÃamos las letras ninguno, creo; mas guardábamos entrambos hondo silencio. ¿Cuánto duró? Ni aun entonces pude saberlo; sólo sé que no se oÃa más que el aliento, que apresurado escapaba del labio seco... | |
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Su mano entre mis manos, sus ojos en mis ojos, la amorosa cabeza apoyada en mi hombro, ¡Dios sabe cuántas veces, con paso perezoso, hemos vagado juntos bajo los altos olmos que de su casa prestan misterio y sombra al pórtico! Y ayer..., un año apenas, pasado como un soplo, con qué... | |
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Te vi un punto, y, flotando ante mis ojos, la imagen de tus ojos se quedó, como la mancha obscura, orlada en fuego, que flota y ciega si se mira al sol. Adondequiera que la vista fijo, torno a ver sus pupilas llamear; mas no te encuentro a ti, que es tu mirada: unos ojos, los tuyos,... | |
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Tu aliento es el aliento de las flores; tu voz es de los cisnes la armonÃa; es tu mirada el esplendor del dÃa, y el color de la rosa es tu color. Tú prestas nueva vida y esperanza a un corazón para el amor ya muerto; tú creces de mi vida en el desierto como crece en un páramo la... | |
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Tú eras el huracán y yo la alta torre que desafÃa su poder, ¡tenÃas que estrellarte o que abatirme!... ¡No pudo ser! Tú eras el Océano y yo la enhiesta roca que firme aguarda su vaivén: ¡tenÃas que romperte o que arrancarme!... ¡No pudo ser! Hermosa tú, yo altivo; acostumbrados uno a... | |
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Tu pupila es azul, y cuando rÃes, su claridad suave me recuerda el trémulo fulgor de la mañana que en el mar se refleja. Tu pupila es azul, y cuando lloras, las transparentes lágrimas en ella se me figuran gotas de rocÃo sobre una violeta. Tu pupila es azul, y si en su fondo como un... | |
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Una mujer me ha envenenado el alma; otra mujer me ha envenenado el cuerpo; ninguna de las dos vino a buscarme; yo, de ninguna de las dos me quejo. Como el mundo es redondo, el mundo rueda. Si mañana, rodando, este veneno envenena a su vez, ¿por qué acusarme? ¿Puedo dar más de lo que... | |
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Volverán las oscuras golondrinas en tu balcón sus nidos a colgar, y otra vez con el ala a sus cristales jugando llamarán; pero aquellas que el vuelo refrenaban tu hermosura y mi dicha al contemplar; aquellas que aprendieron nuestros nombres ésas... ¡no volverán! Volverán las tupidas... | |
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Voy contra mi interés al confesarlo; pero yo, amada mÃa, pienso, cual tú, que una oda es sólo buena de un billete del Banco al dorso escrita. No faltará algún necio que al oÃrlo se haga cruces y diga: Mujer, al fin del siglo diecinueve, material y prosaica... ¡BoberÃa! ¡Voces que... | |
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Yo me acogÃ, como perdido nauta, a una mujer, para pedirle amor, y fue su amor cansancio a mis sentidos, hielo a mi corazón. Y quedé, de mi vida en la carrera, que un mundo de esperanza ayer pobló, como queda un viandante en el desierto: ¡A solas con Dios! De: Rimas, leyendas y... | |
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Yo me he asomado a las profundas simas de la tierra y del cielo, y les he visto el fin, o con los ojos o con el pensamiento. Mas, ¡ay! de un corazón llegué al abismo, y me incliné por verlo, y mi alma y mis ojos se turbaron: ¡tan hondo era y tan negro! De: Rimas, leyendas y... | |
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Yo sé cuál el objeto de tus suspiros es; yo conozco la causa de tu dulce secreta languidez. ¿Te rÃes?... Algún dÃa sabrás, niña, por qué: tú acaso lo sospechas, y yo lo sé. Yo sé cuando tú sueñas, y lo que en sueños ves. Como en un libro puedo lo que calles en tu frente leer. ¿Te... | |
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Yo sé un himno gigante y extraño que anuncia en la noche del alma una aurora, y estas páginas son de ese himno cadencias que el aire dilata en la sombras. Yo quisiera escribirlo, del hombre domando el rebelde, mezquino idioma, con palabras que fuesen a un tiempo suspiros y risas,... | |
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Yo soy ardiente, yo soy morena, yo soy el sÃmbolo de la pasión; de ansia de goces mi alma está llena. ¿A mà me buscas? No es a ti, no. Mi frente es pálida; mis trenzas, de oro; puedo brindarte dichas sin fin; yo de ternura guardo un tesoro;. ¿A mà me llamas? No; no es a ti. Yo soy un... | |
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Yo soy el rayo, la dulce brisa, lágrima ardiente, fresca sonrisa, flor peregrina, rama tronchada; yo soy quien vibra, flecha acerada. Hay en mi esencia como en las flores de mil perfumes suaves vapores, y su fragancia fascinadora, trastorna el alma de quien adora. Yo mis aromas... |