JUAN RAMÓN JIMÉNEZ | |
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SÃ: en tu cerca ruin, que desordena ya abril con su pasión verdecedora, al sol más libre, ¡oh árbol preso!, dora tu cúpula broncÃnea, blanda y plena. Por ti es fuerte tu cárcel; por ti amena su soledad inerme. Inmensa aurora es tu sombra interior, fresca y sonora en el yermo sin voz que te encadena... | |
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Siempre tienes la rama preparada para la rosa justa; andas alerta siempre, el oÃdo cálido en la puerta de tu cuerpo, a la flecha inesperada. Una onda no pasa de la nada, que no se lleve de tu sombra abierta la luz mejor. De noche, estás despierta en tu estrella, a la vida desvelada... | |
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En el balcón, un instante nos quedamos los dos solos. Desde la dulce mañana de aquel dÃa, éramos novios. El paisaje soñoliento dormÃa sus vagos tonos, bajo el cielo gris y rosa del crepúsculo de otoño. Le dije que iba a besada; bajó, serena, los ojos y me ofreció sus mejillas, como quien pierde un tesoro... | |
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Si su belleza en mà morir pudiera como en ti, mar, se borran los colores que el sol divino te dejó, en las flores de luz de toda su jentil carrera! Mas ¿qué es la muchedumbre, pasajera eterna, de este oleaje de dolores, para tal resplandor de resplandores, alba sola de toda primavera? ... | |
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Como en el ala el infinito vuelo, como en la flor está la esencia errante, lo mismo que en la llama el caminante fulgor, y en el azul el solo cielo; como en la melodÃa está el consuelo, y el frescor en el chorro, penetrante, y la riqueza noble en el diamante, asà en mi carne está el total anhelo... | |
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Mira, Platero, qué de rosas caen por todas partes: rosas azules, rosas blancas, sin color... DirÃase que el cielo se deshace en rosas. Mira cómo se me llenan de rosas la frente, los hombros, las manos... ¿Qué haré yo con tantas rosas? ¿Sabes tú, quizás, de dónde es esta blanda flora,... | |
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Dos cuerpos frente a frente son a veces dos olas y la noche es océano. Dos cuerpos frente a frente son a veces dos piedras y la noche desierto. Dos cuerpos frente a frente son a veces raÃces en la noche enlazadas. Dos cuerpos frente a frente son a veces navajas y la noche ... | |
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Aquella tarde, al decirle que me alejaba del pueblo, me miró triste, muy triste, vagamente sonriendo. Me dijo: ¿Por qué te vas? Le dije: Porque el silencio de estos valles me amortaja como si estuviera muerto. ¿Por qué te vas? He sentido que quiere gritar mi pecho... | |
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Dos cuerpos frente a frente son a veces dos olas y la noche es océano. Dos cuerpos frente a frente son a veces dos piedras y la noche desierto. Dos cuerpos frente a frente son a veces raÃces en la noche enlazadas. Dos cuerpos frente a frente son a veces navajas y la noche ... | |
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Si yo, por ti, he creado un mundo para ti, dios, tú tenÃas seguro que venir a él, y tú has venido a él, a mà seguro, porque mi mundo todo era mi esperanza. Yo he acumulado mi esperanza en lengua, en nombre hablado, en nombre escrito; a todo yo le habÃa puesto nombre y tú has tomado... | |
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El pozo!... Platero, ¡qué palabra tan honda, tan verdinegra, tan fresca, tan sonora! Parece que la palabra la que taladra, girando, la tierra oscura, hasta llegar al agua frÃa. Mira: la higuera adorna y desbarata el brocal... | |
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Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando; y se quedará mi huerto, con su verde árbol, y con su pozo blanco. Todas las tardes, el cielo será azul y plácido; y tocarán, como esta tarde están tocando, las campanas del campanario... | |
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Como yo he nacido en el sol y del sol he venido aquà a la sombra ¿soy del sol, como el sol alumbro? Y mi nostaljia, como la de la luna, es haber sido sol de un sol un dÃa y reflejarlo sólo ahora. Pasa el iris cantando como canto yo. Adiós iris, iris, volveremos a vemos... | |
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Los dioses no tuvieron más sustancia que la que tengo yo. Yo tengo, como ellos, la sustancia de todo lo vivido y de todo lo por vivir. No soy presente sólo, sino fuga raudal de cabo a fin. Y lo que veo a un lado y otro, en esta fuga, rosas, restos de alas, sombra y luz, es sólo mÃo,... | |
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Igual, la flor retorna a limitarnos el instante azul, a dar una hermandad gustosa a nuestro cuerpo, a decirnos, oliendo inmensamente, que lo breve nos basta. Lo breve al sol de oro, al aire de oro, a la tierra de oro, al áureo mar; lo breve contra el cielo de los dioses, lo breve... | |
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La mañana de Santiago está nublada de blanco y gris, como guardada en algodón. Todos se han ido a misa. Nos hemos quedado en el jardÃn los gorriones, Platero y yo. ¡Los gorriones! Bajo las redondas nubes, que, a veces, llueven unas gotas finas, ¡cómo entran y salen en la enredadera,... | |
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Me dicen estos y aquellos, movidas sombras de otros yoes en mà mismo: ¿A qué ese afán, esa insistencia, ese dinámico éstasis en tu obra? Desde los cuarenta años tienes ya, en este mil novecientos veinticinco, cuarenta y tres y pico , la vida jira deprisa por su órbita y, en su jiro... | |
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Te veo mientras pasas sellado de granates primitivos, por el turquà completo de Moguer. Te veo sonreÃr; acariciar, limpiar, equilibrar los astros desviados con embeleso cálido de amor; impulsarlos con firme suavidad a sostener la maravilla exacta de este cuartel del incesante mundo... | |
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Intelijencia, dame el nombre exacto de las cosas! ... Que mi palabra sea la cosa misma, creada por mi alma nuevamente... | |
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Encontré a Platero echado en su cama de paja, blandos los ojos y tristes. Fui a él, lo acaricié hablándole, y quise que se levantara. El pobre se removió todo bruscamente, y dejó una mano arrodillada... No podÃa.... Entonces le tendà su mano en el suelo, lo acaricié de nuevo con... | |
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En mi duermevela matinal, me malhumora una endiablada chillerÃa de chiquillos. Por fin, sin poder dormir más, me echo, desesperado, de la cama. Entonces, al mirar al campo por la ventana abierta, me doy cuenta de que los que alborotan son los pájaros. Salgo al huerto y canto gracias al Dios del dÃa azul... | |
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Dios del venir, te siento entre mis manos, aquà estás enredado conmigo, en lucha hermosa de amor, lo mismo que un fuego con su aire. No eres mi redentor, ni eres mi ejemplo, ni mi padre, ni mi hijo, ni mi hermano; eres igual y uno, eres distinto y todo; eres dios de lo hermoso... | |
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Dios del venir, te siento entre mis manos, aquà estás enredando conmigo, en lucha hermosa de amor, lo mismo que un fuego con su aire. No eres mi redentor, ni eres mi ejemplo, ni mi padre, ni mi hijo, ni mi hermano; eres igual Y uno, eres distinto y todo; eres dios de lo hermoso... | |
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El agua lava la yedra; rompe el agua verdinegra; el agua lava la piedra... Y en mi corazón ardiente, llueve, llueve dulcemente. Está el horizonte triste; ¿el paisaje ya no existe?; un dÃa rosa persiste en el pálido poniente... Llueve, llueve dulcemente... | |
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Lo que Vos queráis, Señor; sea lo que Vos queráis. Si queréis que, entre las rosas, rÃa hacia los matinales resplandores de la vida, sea lo que Vos queráis. Si queréis que, entre los cardos, sangre hacia las insondables sombras de la noche eterna, sea lo que Vos queráis... | |
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Lo que Vos queráis, Señor, sea lo que Vos queráis. Si queréis que entre las rosas rÃa hacia los matinales resplandores de la vida, que sea lo que Vos queráis. Si queréis que, entre los cardos, sangre hacia las insondables sombras de la noche eterna, que sea lo que Vos queráis... | |
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Toda la noche, los pájaros han estado cantándome sus colores. (No los colores de sus alas matutinas con el fresco de los soles. No los colores de sus pechos vespertinos al rescoldo de los soles. No los colores de sus picos cotidianos que se apagan por la noche... | |
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La noche cae, brumosa ya y morada. Vagas claridades malvas y verdes perduran tras la torre de la iglesia. El camino sube, lleno de sombras, de cansancio y de anhelo. De pronto, un hombre oscuro, con una gorra y un pincho, roja un instante la cara fea por la luz del cigarro, baja a... | |
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Esta tarde he ido con los niños a visitar la sepultura de Platero, que está en el huerto de la Piña, al pie del pino redondo y paternal. En torno, abril habÃa adornado la tierra húmeda de grandes lirios amarillos. Cantaban los chamarices allá arriba, en la cúpula verde, toda pintada... | |
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Estaba echado yo en la tierra, enfrente del infinito campo de Castilla, que el otoño envolvÃa en la amarilla dulzura de su claro sol poniente. Lento, el arado, paralelamente abrÃa el haz a oscura, y la sencilla mano abierta dejaba la semilla en su entraña partida honradamente... | |
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LO QUE SIGUE Como en la noche, el aire ve su fuente oculta. Está la tarde limpia como la eternidad.La eternidad es solo lo que sigue, lo igual; y comunica por armonÃa y luz con lo terreno. Entramos y salimos sonriendo, llenos los ojos de totalidad, de la tarde a la eternidad, alegres de lo uno y lo otro... | |
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Hasta esta puras noches tuyas, mar no tuvo el alma mÃa, sola más que nunca, aquel afán, un dÃa, presentido, del partir sin razón. Esta portada de camino que enciende en ti la luna con toda la belleza de sus siglos de castidad, blancura, paz y gracia, la contajia del ansia de su... | |
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Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se dirÃa todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negros. 12288; Lo dejo suelto, y se va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico,... | |
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Dos cuerpos frente a frente son a veces dos olas y la noche es océano. Dos cuerpos frente a frente son a veces dos piedras y la noche desierto. Dos cuerpos frente a frente son a veces raÃces en la noche enlazadas. Dos cuerpos frente a frente son a veces navajas y la noche ... | |
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Quisiera que mi libro fuese ,como es el cielo por la noche, todo verdad presente, sin historia. Que, como él, se diera en cada instante, todo. con todas sus estrellas; sin que niñez, juventud, vejez, quitaran ni pusieran encanto a su hermosura inmensa... | |
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VenÃamos los dos, cargados, de los montes: Platero, de almoraduj; yo, de lirios amarillos. CaÃa la tarde de abril. Todo lo que en el poniente habÃa sido cristal de oro, era luego cristal de plata, una alegorÃa, lisa y luminosa, de azucenas de cristal. Después, el vasto cielo fue cual... | |
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Cómo era, Dios mÃo, cómo era? ¡Oh, corazón falaz, mente indecisa! ¿Era como el pasaje de la brisa? ¿Como la huida de la primavera? Tan leve, tan voluble, tan ligera como estival villano... ¡SÃ! Imprecisa como sonrisa que se pierde en risa... ¡Vana en el aire, igual que una bandera!... | |
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RiomÃo de mi huir, salido sol de mis venas, que con mi sangre has regado parajes de tanta tierra, ¡cómo me gusta dejarte ir con lo que te me llevas, verte perderme en el mar que se apropia mi leyenda, en un fundirnos que es aumento de dos presencias... | |
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Aquel purpúreo monte, que tenÃa la formación más viva hacia el ocaso, desviado secreto de espesura , vuelve hacia mÃ, se instala ante mi fe, lo mismo que un dios, una inmortal mujer dorada. ¿El sabe que es bastante, sabe que lo esperaba yo cantando, que es deseado para plenitud... | |
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Tristeza dulce del campo. La tarde viene cayendo. De las praderas segadas llega un suave olor a heno. Los pinares se han dormido. Sobre la colina, el cielo es tiernamente violeta. Canta un ruiseñor despierto. Vengo detrás de una copla que habÃa por el sendero, copla de llanto... | |
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Verde verderol, ¡endulza la puesta del sol! Palacio de encanto, el pinar tardÃo arrulla con llanto la huida del rÃo. Allà el nido umbrÃo tiene el verderol. Verde, verderol, ¡endulza la puesta del sol! La última brisa es suspiradora, el sol rojo irisa al pino que llora... | |
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Vino, primero, pura, vestida de inocencia; y la amé como su niño. Luego se fue vistiendo de no sé qué ropajes; y la fui odiando, sin saberlo. Llegó a ser una reina, fastuosa de tesoros... ¡Qué iracundia de yel y sin sentido! ... Mas se fue desnudando. Y yo le sonreÃa... |