No existe lazo ya; todo está roto:
Plúgole al Cielo asÃ; ¡bendito sea!
Amargo cáliz con placer agoto;
Mi alma reposa al fin; nada desea.
Te amé, no te amo ya; piénsolo, al menos.
¡Nunca, si fuere error, la verdad mire!
Que tantos años de amarguras llenos
Trague el olvido; el corazón respire.
Lo has destrozado sin piedad; mi orgullo
Una vez y otra vez pisaste insano...
Mas nunca el labio exhalará un murmullo
Para acusar tu proceder tirano.
De graves faltas vengador terrible,
Dócil llenaste tu misión; ¿lo ignoras?
No era tuyo el poder que, irresistible,
Postró ante ti mis fuerzas vencedoras.
QuÃsolo Dios, y fue. ¡Gloria a su nombre!
Todo se terminó; recobro aliento.
¡Ãngel de las venganzas!, ya eres hombre...
Ni amor ni miedo al contemplarte siento.
Cayó tu cetro, se embotó tu espada...
Mas, ¡ay, cuán triste libertad respiro!
Hice un mundo de ti, que hoy se anonada,
Y en honda y vasta soledad me miro.
¡Vive dichoso tú! Si en algún dÃa
Ves este adiós que te dirijo eterno,
Sabe que aún tienes en el alma mÃa
Generoso perdón, cariño tierno.
De: PoesÃas de la excelentÃsima señora
Da. Gertrudis Gómez de Avellaneda de Sabater
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