Voy a esperar un poco
a que se ponga el sol, aunque estos pasos
se me vayan allÃ, hacia el baile mÃo,
hacia la vida mÃa. Tantos años
hice buena pareja con vosotros,
amigos. Y os dejé, y me fui a mi barrio
de juventud creyendo
que allà estarÃa mi verbena en vano.
¡Si creà que podÃais seguir siempre
con la seca impiedad, con el engaño
de la ciudad a cuestas! ¡Si creÃa
que ella, la bien cercada, mal cercado
os tuvo siempre el corazón, y era
todo sencillo, todo tan a mano
como el alzar la olla, oler el guiso
y ver que está en su punto! ¡Si era claro:
tanta alegrÃa por tan poco costo
era verdad, era verdad! Ah, cuándo
me daré cuenta de que todo es simple.
¿Qué estaba yo mirando
que no lo vi? ¿Qué hacÃa tan tranquila
mi juventud bajo el inmenso arado
del cielo si en cualquier parte, en la calle,
se nos hincaba, hacia el trabajo
removiéndonos hondo a pesar nuestro?
Años y años confiando
en nuestros pobres laboreos, como
si fuera nuestra la cosecha, y cuánto,
cuánto granar nos iba
cerniendo la azul criba del espacio,
nada era nuestro ya: todo nuestro amo.
Como el Duero en abril entra la casa
del hombre y allà suena, allà va dando
su eterna empresa y su labor, y, entonces,
¿qué se podrÃa hacer: ponerse a salvo
con el rÃo a la puerta,
vivir como si no entrara hasta el cuarto,
hasta el más simple adobe el puro riego
de la tierra y del mundo?; y bien, al cabo
asà nosotros, ¿qué otra cosa harÃamos
sino tender nuestra humildad al raso,
secar al sol nuestra alegrÃa, nuestra
sola camisa limpia para siempre?
Basta de hablar en vano
que hoy debo hacer lo que debà haber hecho.
Perdón si antes no os quise dar la mano
pero yo qué sabÃa. Vuelvo alegre
y esta calma de puesta da a mis pasos
el buen compás, la buena
marcha hacia la ciudad de mis pecados.
¡De par en par las puertas! Voy. Y entro
tan seguro, tan llano
como el que barbechó en enero y sabe
que la tierra no falla, y un buen dÃa
se va tranquilo a recoger su grano.
De: Conjuros
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