Este color de liquen y de algas;
este origen de mar, que nadie advierte;
este canto de grutas sumergidas
y estos silencios de agua, que se beben.
El goce de una intacta lejanía
donde el pulso del tiempo se endurece;
el barco que llegó buscando anclas,
por combate de noches y de nieves.
Un domador de potros de arco-iris,
un ágil compañero de los peces,
una rada con árboles de llanto
y la isla que muere y que no muere.
Todo, medio perdido por mis labios,
todo, medio salvado por mis sienes,
y en esta tierra de cumplidas cosas
apenas como el día adolescente.
Por un deseo que anudó en el musgo
el suelto sollozar de la intemperie;
por un lejano viaje que en la playa
cambió su muro de olas en laureles;
por eso estoy aquí... con este sueño
de oceánica raíz, casi perenne;
con este primer junio de buscarme
y este regalo de saladas fuentes.
Cae a mis ojos, de unos ojos altos,
toda la luz en su marino oriente.
Cae a mi corazón, con piel y sangre,
toda la vida de mi nombre verde.
Tal vez de una ternura de riberas
me iré al volcado adiós de las corrientes.
Tal vez en un estreno de horizontes
recogeré la flor de lo que duele.
Ha sido mi secreto entre las ramas
esta mitad de mar que no obedece.
Por eso ando buscando, sin decirlo,
el nuevo viaje de mi antigua gente.
VI de Dibujo de la fuga del libro Donde llegan los pasos
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