JOSĂ MANUEL CABALLERO BONALD | |
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NingĂșn vestigio tan inconsolable como el que deja un cuerpo entre las sĂĄbanas y mĂĄs cuando la lasitud de la memoria ocupa un espacio mayor del que razonablemente le corresponde. Linda el amanecer con la almohada y algo jadea cerca, acaso un Ășltimo estertor adherido a la carne, la... | |
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Estacionada en un recodo impĂĄvido de la penumbra, lo primero que hizo fue fruncir su boca violĂĄcea, de entreabiertos resquicios hĂșmedos, y despuĂ©s sus ojos,y despuĂ©s sus ojos, un gran cĂrculo de verde prenatal, un excitante fulgor de azogue desguazando la negrura comĂșn. Lenta o tal... | |
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Y tĂș me dices que tienes los pechos rendidos de esperarme, que te duelen los ojos de estar siempre vacĂos de mi cuerpo, que has perdido hasta el tacto de tus manos de palpar esta ausencia por el aire, que olvidas el tamaño caliente de mi boca. Y tĂș me lo dices que sabes que me hice... | |
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Me fui acercando hasta la lĂșgubre frontera de la llama, todavĂa reciente el maleficio. Dioses en vez de hombres arrancaban a la terrestre boca sus rescoldos de mĂsera epopeya. Ebria mejor que loca era la sed, mientras las jadeantes llaves del amor, la roja flor del vino... | |
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SolĂcito el silencio se desliza por la mesa nocturna, rebasa el irrisorio contenido del vaso. No beberĂ© ya mĂĄs hasta tan tarde: otra vez soy el tiempo que me queda. DetrĂĄs de la penumbra yace un cuerpo desnudo y hay un chorro de mĂșsica hedionda dilatando las burbujas del vidrio. Tan... | |
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TĂș te llamabas Carmen y era hermoso decir una a una tus letras, desnudarlas, mirarte en cada una como si fuesen ramas distintas de alegrĂa, distintos besos en mi boca reunidos. Era hermoso saberte con un nombre que ya me duele ahora entre los labios, me sangra entre los labios como... | |
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Ligeramente tumefacta pero ofrecida con codicia, llegĂł la boca hasta el lindero de la precaria intimidad. Iban reptando las parejas que se apiñaban en lo oscuro: no se miraban, se sumĂan en un compendio de sudores, se convertĂan en secuaces de la penumbra suspensiva. Como un furtivo... | |
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Por las ventanas, por los ojos de cerraduras y raĂces, por orificios y rendijas y por debajo de las puertas, entra la noche. Entra la noche como un trueno por los rompientes de la vida, recorre salas de hospitales, habitaciones de prostĂbulos, templos, alcobas, celdas, chozos, y en... |