JOSÉ LEZAMA LIMA | |
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A que tú escapes en el instante en el que ya habÃas alcanzado tu definición mejor. Ah, mi amiga, que tú no quieras creer las preguntas de esa estrella recién cortada, que va mojando sus puntas en otra estrella enemiga Ah, si pudiera ser cierto que a la hora del baño, cuando en una misma agua discursiva se bañan... | |
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No es el coche con el fuego cubierto, aquà el sonido. Valenzuela ha regado doce orquestas en el Parque Central. Empacho de faroles frigios, quioscos cariciosos de azul franela, mudables lágrimas compostelanas. Saltan de la siesta... | |
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Es el alba, en su rocÃo la hoja pregunta al tacto si en su carne o cristal frÃo lo que siente en su contacto. Rueda la hoja al rÃo y en su engaño se desliza, es la moneda que irisa el curso de la fluencia. Es la brisa, una ciencia de lo eterno se divisa. | |
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Le digo al amanecer que venga pasito a paso, con su vestido de raso acabado de coser. El sinsonte vuelve ya a lavarse en el cantÃo que va murmurando el rÃo con alegre libertad. Su casa, en el caserÃo, humea azul el cantar. De: Paradiso | |
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Dánae teje el tiempo dorado por el Nilo, envolviendo los labios que pasaban entre labios y vuelos desligados. La mano o el labio o el pájaro nevaban. Era el cÃrculo en nieve que se abrÃa. Mano era sin sangre la seda que borraba la perfección que muere de rodillas... | |
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Más que lebrel, ligero y dividido al esparcir su dulce acometida, los miembros suyos, anillos y fragmentos, ruedan, desobediente son, al tiempo enemistado. Su vago verde gira en la estación más leve del rocÃo que no revela el cuerpo... | |
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Déjenlo, verdeante, que se vuelva; permitidle que salga de la fiesta a la terraza donde están dormidos. A los dormidos los cuidará quejoso, fijándose cómo se agrupa la mañana helada. La errante chispa de su verde errante, trazará cÃrculos frente a los dormidos de la terraza... | |
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Rodaba ya el primer cuadrante de la medianoche y José Cernà tarareaba y querÃa pasar más dentro del silencio. La noche caÃa incesante como si se hubiera apeado de un normando caballo de granja. Cernà se sentÃa apoyado por el traqueteo de los ómnibus, los dialogantes esquinados,... | |
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Porque habito un susurro como un velamen, una tierra donde el hielo es una reminiscencia, el fuego no puede izar un pájaro y quemarlo en una conversación de estilo calmo. Aunque ese estilo no me dicte un sollozo y un brinco tenue me deje vivir malhumorado, no he de reconocer la... | |
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Con qué seguro paso el mulo en el abismo. Lento es el mulo. Su misión no siente. Su destino frente a la piedra, piedra que sangra creando la abierta risa en las granadas. Su piel rajada, pequeñÃsimo triunfo ya en lo oscuro, pequeñÃsimo fango de alas ciegas... | |
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DeÃpara, paridora de Dios. Suave la giba del engañado para ser tuvo que aislar el trigo del ave, el ave de la flor, no ser del querer. El molino, DeÃpara, sea el que acabe la malacrianza del ser que es el romper. Retuércese la sombra, nadie alabe la fealdad, giba o millón de su poder... | |
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Una oscura pradera me convida, sus manteles estables y ceñidos, giran en mÃ, en mi balcón se aduermen. Dominan su extensión, su indefinida cúpula de alabastro se recrea. Sobre las aguas del espejo, breve la voz en mitad de cien caminos... |