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Héctor Rosales

tras las huellas

 

Después de más de quince años, finalmente se ha publicado Mientras la lluvia no borre las huellas (Editorial Ronsel, Barcelona 2002), el último libro del uruguayo –afincado en Barcelona– Héctor Rosales (Montevideo, 1958). Se trata de una serie de poemas sobre dibujos de A.R. Castelao que nos transportan a la oscura realidad de la Galicia rural de los años treinta, pero también a la de muchos lugares de nuestro tiempo.

Ajeno a presentaciones, Rosales se confiesa más preocupado por la calidad del trabajo que por la popularidad de la persona. En un momento en que los más famosos son los que más venden, él apuesta por el libro mismo como la mejor promoción posible.

Al autor uruguayo solemos encontrarle en la Librería Inglesa de Barcelona, metido en varios proyectos pero siempre con tiempo para conversar, sobre todo de literatura.

Menos hermético de lo que algunos críticos lo describen, habla de Mientras la lluvia... con algo de timidez, pero satisfecho de que viera la luz un viejo y querido proyecto. Con él seguimos algunas de las huellas del libro y de su relación con Galicia.

Para ampliar el conocimiento sobre el autor podemos visitar la web oficial www.hrosales.com o las múltiples referencias a sus trabajos que circulan por la red.


El libro surge a partir de las ilustraciones de Castelao, ¿cómo llegaron hasta ti y qué criterios utilizaste para la selección? ¿Cuál era el objetivo que puso en marcha el proyecto?


Si bien había visto dibujos aislados de Castelao, el primer contacto con sus álbumes se produce en 1979, año de mi radicación en España, cuando un amigo acepta el encargo de traerme desde Madrid algunas de las ediciones facsímiles que había editado Akal en aquellos años. Recuerdo el especial impacto que me causaron, la completa identificación con el autor, con sus principios, su valentía, y las excelentes condiciones artísticas para expresar su visión del panorama social de Galicia.

En la introducción al libro menciono estas primeras impresiones y también algunos detalles de la génesis del proyecto.

Pero te resumo aquí los otros dos aspectos de tu pregunta.

Criterios de selección: busqué imágenes que me permitieran desarrollar historias con diversas temáticas, y que al mismo tiempo tuvieran una cierta unidad, digamos un halo que tocara las vertientes más directas y hondas del desamparo en que está condenada la ignorancia, la miseria, los perfiles de la marginación.

Yo había escrito un par de libros anteriores, mis dos títulos iniciales realizados en Montevideo, donde la óptica estaba centrada en el individuo enfrentado a la sociedad excluyente, idiotizante, generadora de hábitos y miedos que recluyen al hombre dentro de las paredes de su propia soledad, dejándolo a merced de sus indecisiones y de los caprichos del tiempo. Pero aquí el hombre estaba dentro de un ámbito urbano, y deseaba completar esos registros con una perspectiva rural, subrayada por la tierra y sus dependencias. Como me faltaba una experiencia personal en la que inspirarme, el trabajo de Castelao motivó vivamente la escritura y sirvió de complemento. Objetivo del proyecto: en primera instancia un homenaje a mis abuelos (provenientes del mundo rural, gallegos y emigrados), a Castelao y, por extensión, a la patria de estas personas y a sus hijos, dispersos en su propia tierra y dispersos en todo el mundo, siempre anhelando los paisajes, aromas y sonidos que conocieron en la infancia.

Por otra parte, quise cerrar una trilogía donde la poesía fuese un instrumento para comunicar a la sociedad aquellos aspectos determinantes de “sus lados oscuros”, los hogares del dolor, las luchas y las perseverancias
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La primera sorpresa del libro es una foto inédita de Castelao con tus abuelos, ¿qué relación hubo entre ellos?


Mi abuelo materno, Eulogio González Goberna, estuvo vinculado durante más de cincuenta años a los círculos gallegos de Montevideo. Entre varias actividades sociales, formó parte de la directiva del Centro Gallego y fue el socio-fundador más joven de Casa de Galicia, una relevante mutualista de la capital. Él había emigrado de Galicia siendo un adolescente y jamás dejó de querer a su tierra. Nunca me olvidaré de su permanente preocupación por sus paisanos ni de su inquebrantable lealtad a toda causa que aliente la justicia social.

Como representante de la emigración gallega en Uruguay, mi abuelo trató con muchas personas que venían de su tierra, entre ellas Castelao, a quien admiraba profundamente. Al coincidir en diversas ocasiones con el artista y escritor, con el político honesto, con el hombre enamorado de Galicia, mi abuelo confirmó en la bella persona de Castelao al excepcional autor que había leído y seguido con atención años atrás.

Cuando yo nací hacía ocho años que Castelao había muerto. Y en mi niñez (nosotros vivíamos en casa de los abuelos) escuché al abuelo citarle numerosas veces como un ejemplo, como una figura de la que podría aprender incesantemente.

Recuerdo la pequeña biblioteca de casa donde predominaban libros en lengua gallega (allí conocí a Rosalía, Otero Pedrayo, Pardo Bazán, incluso autores entonces jóvenes como Uxío Novoneyra, entre otros), y recuerdo el ajado, entrañable ejemplar de Sempre en Galiza del que mi abuelo leía y traducía pasajes en voz alta con inocultable emoción.

No sólo su trato personal, entonces, la comunión ética de estos dos hombres los mantuvo juntos más allá de sus días terrestres. Y yo, todavía, sigo aprendiendo de ellos
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Has conocido Galicia a través de tus abuelos, de escritores como Castelao y a partir de tu propia experiencia, ¿qué diferencias destacarías entre las tres visiones y cómo encajan entre ellas?


Te diría que no hay diferencias destacables, más bien correspondencias en los aspectos más sustanciales de esa sociedad. Claro está que la Galicia del 2002 no es la misma de hace cien años en materia de comunicaciones, tecnología, desarrollo y normalización de la lengua, libre participación de diferentes ideologías políticas, aumento industrial, proyección turística, etc.

Sin embargo, aunque en menor medida, sigue siendo una tierra de emigrantes, tiene uno de los índices de analfabetismo más altos de España (y ni hablemos de Europa), y con secuelas que afectan significativamente a toda la sociedad.

En este momento no contamos aquí con espacio como para extendernos en una reflexión a fondo sobre la Galicia contemporánea, pero me gustaría invitar al lector a que analice (con informaciones a mano, argumentos y contrastes) si han cambiado mucho –por poner sólo un par de ejemplos– las posiciones privilegiadas que han ocupado los poderes eclesiásticos y los de la derecha más conservadora en el seno de la población.

Por otra parte, y yendo a un aspecto más reconfortante, la tierra sigue teniendo el magnetismo, la hechicera hermosura por la que suspiraron mis mayores. No me extraña que fuese tan difícil de soportar “la morriña” por paisajes tan especiales
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¿Cómo se ve Galicia desde el otro lado del Atlántico y desde el otro extremo de la península? ¿De dónde crees que está más cerca?


Sí, en tu pregunta ya estás adivinando mi probable respuesta: está más cerca “del lado de allá”. En la otra orilla del charquito atlántico, bien por la enorme cantidad de población gallega radicada durante décadas y décadas y que ha sembrado de referencias aquellos países, o por el natural interés de sus descendientes hacia la tierra de sus ancestros, Galicia es la más notable presencia española en el nuevo continente. Desde aquellas tierras la percepción está repleta de elementos míticos, como la sublimación de algunas ciudades y aldeas, o en los últimos años la difusión cultural apoyada en las raíces célticas.

De todas formas allí el peso de Galicia es mucho más notorio que, pongamos por caso, en esta Catalunya donde vivo hace más de 23 años, o en el centro y sur de la península, en que no pasa de ser una región autónoma situada arriba y a la izquierda de “la piel de toro”, sin mayor relevancia que la de tener cuatro o cinco nombres propios en moda, política y fútbol, y las señas de identidad de su gastronomía y la catedral de Santiago
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En tus comentarios sitúas este libro como el cierre de una trilogía de poesía más cercana al lector, si se compara con el resto de tu obra. ¿A qué obedece el cambio? ¿Se trata de una necesidad como autor o de la forma más adecuada para este tipo de libro?


El proyecto de libro hacía necesario un lenguaje poético de estas características. No hay que olvidar que comienza con una selección de dibujos; allí ya quedaba la estructura y la temática. Luego vinieron las composiciones basadas en cada una de esas piezas, las cuales, por sí mismas, abrían puentes muy directos con una gran mayoría de público. Si la tónica de los poemas fuese diferente, en lugar de ampliar las resonancias de esos puentes, los cortarían.

Sobre mi obra en general y sus variantes, habiendo esa trilogía inicial, luego un par de libros de transición que llegarían a
Desvuelo, y finalmente lo que vengo abordando en estos últimos diez años, te diré que advierto líneas internas donde aparece una cierta unidad. Y esa unidad no está en los distintos tratamientos expresivos, sino en una serie de temas que se mantienen a lo largo de los años. Hablamos, pues, de contenidos y vibraciones que articulan lo que podría ser un mismo pulso creativo, pero con una diversidad de enfoques. Supongo que los críticos, que ya se han ocupado y con acierto de mis cuestiones, presentarán al lector cada vez mejores análisis del conjunto.


El tiempo que ha pasado desde que se inició el libro hasta su publicación te ha permitido recibirlo como lector, ¿qué sorpresas te ha dado y cómo lo valoras en el panorama literario actual?


Te confieso que sentía temor a la hora de corregir las pruebas de imprenta. Soy un inconformista por naturaleza y mucho más con respecto a mi trabajo. Habían pasado muchos años desde la escritura del libro, y a pesar de que todos los lectores del manuscrito me habían hablado elogiosamente de él, quedaba pendiente mi actual lectura, la que más temía. Al final me encontré con un libro equilibrado, donde revalidé las intensiones originales de una síntesis verbal en función de la síntesis implícita en toda imagen. Volvieron a conmoverme los dibujos castelanianos y hallé una escritura sincera, sobria, muy consustanciada con las situaciones y personajes que había plasmado el artista gallego.

La sorpresa, pues, fue positiva, y descontando algún signo de puntuación y una o dos conjunciones, no toqué nada del original. El libro es bastante insólito dentro del panorama literario actual; no tengo ninguna referencia sobre una experiencia poética de este tipo, me refiero a la correspondencia de una serie de poemas originales con relación a los dibujos de Castelao.

Coincido con la opinión de varias amistades y con la opinión de mi padre, gallego y emigrado (al igual que sus suegros) y la persona que más alentó la génesis de esta obra, creo con ellos que
Mientras la lluvia no borre las huellas puede llegar a ser un título muy próximo a los lectores gallegos, principalmente a los que se encuentran fuera de su tierra.

No es ni será –no es esa su pretensión– “un libro de moda”, sino una compañía para un camino más largo.



Las ilustraciones de Castelao nos abren una de las ventanas más lúcidas y expresivas de la realidad de las gentes de una tierra devastada por los abusos del poder, la injusticia, la miseria, el dolor... Los poemas ponen las ilustraciones en movimiento a través de las voces de sus protagonistas que nos explican su historia, o una de las historias posibles, creándose así un diálogo entre el poeta y el ilustrador pero también entre los personajes y el lector/a. ¿Cuál es el objetivo de utilizar diferentes narradores y, al mismo tiempo, diversos interlocutores?


Sencillamente enriquecer los enfoques de los temas. Para utilizar una palabrita muy en boga merced al imperio informático: darle un carácter “interactivo” al conjunto de textos e imágenes, objetivo que, por cierto, ha estado siempre dentro de los parámetros de la literatura.


Ante la realidad social que se impone como una condena algunos se van, otros se rinden, otros siguen luchando hasta la muerte y otros no encuentran más salida que la locura. Se ha hablado mucho de la emigración, de la guerra, pero hasta qué punto no se plantea la locura como una reacción legítima, como la única reacción posible ante realidades de una dureza imposible de asumir. (Poemas como "La loca del monte" o "Le mataron un hijo").


Creo que la locura no es una reacción propiamente dicha, sino más bien una consecuencia inevitable de algo que supera al individuo.

Nadie sistematiza con premeditación el uso de la locura, salvo algún iluminado de turno, llámese dictador, gurú, salvapatrias, artista maquillado de genio, director de márketing, etc. (los ejemplos abundan, lamentablemente).

La locura, que puede tener una raíz congénita más allá de las circunstancias vitales de la persona, estalla generalmente ante la desmesura o barbarie de una o varias acciones intolerables para el intelecto y la sensibilidad. Y es contundente en las criaturas más sencillas y en las más sofisticadas; la franja intermedia, que es la mayoritaria, queda dudosamente “a salvo” de las tormentas por una serie de mecanismos donde se mezclan recursos tan diversos como el instinto de conservación, el sentimiento de grupo, la desidia, el egoísmo, la frivolidad, la capacidad de superación, la fe religiosa o de otra índole, etc.

Más allá de todas estas consideraciones, es muy difícil definir qué es la locura o la cordura. Según el perfil de la mayoría: puede ser tan loco un hincha fanático de fútbol en medio de un simposio sobre teología, como un profesor de artes marciales demostrando técnicas de ataque y defensa en una tienda de jarrones
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Pese a la dureza de los temas del libro, también hay lugar para la esperanza, aunque sea la de arrebatarle un día más a la rendición, o a la muerte...


La forma más alta de rebeldía a la desgracia, lo que más le fastidia a la muerte y a sus gestores, es que cultivemos y ejerzamos la esperanza.

Hay quien dice que no existen los milagros: ¿y qué otra cosa es la esperanza?



La muerte planea sobre las ilustraciones y poemas, omnipresente, desde el principio como parte de la vida pero aparece en diferentes matices. La muerte nos espera a todos pero, ¿entiende la muerte de clases sociales, de poder?


A la muerte la utilizan los hombres para obtener oscuros fines, la convocan, la pagan, la ocultan. También la emplean para objetivos más nobles, pienso ahora en la eutanasia, que defiendo sin discusión. Pero la muerte, con independencia absoluta de los hombres y como fiel lugarteniente de la vida, cumple con su implacable trabajo. Pero que quede claro: no manda ni mata la muerte, sino la vida, y ésta tiene sus propias escalas para valorar a los seres y sus acciones.

Para la vida las clases sociales, el poder, las creencias y cualquier derivación humana no tienen mayor importancia que la longitud del tallo de una flor o la intensidad con que brilla y se apaga un relámpago.

La vida nos da un tiempo indeterminado, y somos nosotros los que en ese lapso afrontamos el reto de darle un sentido a los días terrestres, e incluso a los no terrestres. Todo sin ninguna garantía, aceptando que en el juego el común denominador es la incertidumbre
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Se dice que la poesía de Rosales invita siempre al lector a participar, pero en este caso parece inevitable que el lector se posicione y tome partido...


En efecto, mi poesía pretende que el lector sea igualmente un coautor del texto, lo reescriba, lo complete, lo haga asunto suyo. En los poemas de este libro no tendrá más remedio que afrontar también una postura ideológica, que es la que se desprende de la ética de Castelao y la de este servidor. Nosotros dejamos las páginas abiertas y también los deseos, la voluntad de superar tantas injusticias, tantos daños y horrores. Quien quiera seguir fomentándolos, que no se acerque.


El libro pone de manifiesto la posición de denuncia y crítica del poeta. ¿Cúal es, desde tu punto de vista, el compromiso que debería asumir la poesía hoy?


El mayor compromiso de la poesía es que esté bien escrita, que sea independiente a todo canto de sirena que la aleje de su propia senda, nacida de las inquietudes de su autor y de una búsqueda compartida con el lector.

La poesía, como género literario que trabaja con imágenes, ritmo, síntesis, misterio e incluso historias, tiene mucho que ofrecer en este novísimo tercer milenio. Ahora que hay tan poco tiempo y disposición para enfrentarse a novelas de trescientas, cuatrocientas o más páginas, es un buen momento para abordar lo que puede expresarse, con igual o mayor fortuna, en muy pocas líneas dirigidas con la mejor intención a la sensibilidad, la inteligencia y el corazón de los lectores
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Anna B. Sánchez
Barcelona, abril 2002




Anna B. Sánchez es socióloga, nacida en Barcelona. Aunque de lejano origen gallego, su vida ha estado siempre muy vinculada a Galicia. Empezó a colaborar en revistas relacionadas con la difusión de la cultura gallega en Cataluña y ha realizado algunos estudios sobre la situación de la mujer en la Galicia rural.

Las fotografías que ilustran este reportaje han sido realizadas en Barcelona (febrero 2003) por Mª Carmen Méndez, y reproducen diversos rincones del estudio de Rosales y una imagen del propio autor tomada en la capital catalana.