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Elegía 2005

Ayer estuvimos
entre las muelas rojas de la araña.
Hoy besamos con ancianos labios
un fulgor de ceniza que antes fue
¿cuándo aquí o dónde allá?
un cuerpo carnal respirando desde el hueso.
¿Por qué aceptar las ácidas espumas
que nos queman?
¿Por qué renunciar al tránsito sin fuego
de tu imagen?
¿Por qué sin que nadie diera aviso
apareces así en medio de un silencio
de derrumbadas sábanas?
Hoy estamos
en la panza de la araña.
Hoy es imposible soplar en tus pulmones
el nombre escondido
que no pudo alejarte de la muerte.
¿Para qué hubo una breve cama
flotando o volando o arrastrándose
en aquel oscuro verano
donde los soles más azules devoraban
el mínimo sudor de tu clítoris abierto?
¿Para qué estas radiaciones
de una súbita memoria enterrada
en rincones de fiebre y gelatina
en relojes castrados por un furor inútil?
Hoy seremos descargados en un entrevero
de funciones y excrementos
de espesuras orgánicas
de sales putrefactas
de espasmos ennegrecidos como aquellos
que violaron tu esternón
y comieron de tus vértebras.
¿Para qué estos despojos
estas partículas de denso dolor correteando
como la sed incansable de la contravida?
¿Para qué los cárnicos gestos del deseo
el único gemido enraizado
en las silentes médulas de tu lengua?
Hoy quedaremos simplemente afuera:
goterones de baba y de flemas descompuestas
agudas deposiciones y manchas retorcidas
agrios coágulos de sustancia indescifrable:
¿así será el reino que habitemos?
Habrá que esperar con paciencia sombría:
regresaremos a buscarte
en el vientre de todas las arañas.


De: Rojo es el silencio


SAÚL IBARGOYEN




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