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palabra virtual

Carmen Alardín    
    Editora del fonograma:    
    Voz Viva de México. UNAM    
por Carmen Alardín    

    Este poema forma parte del acervo de la audiovideoteca
    de Palabra Virtual

Noche múltiple


Un jueves de noviembre nacimos a la noche
después de haber dormido tantas veces
en la diurna matriz de los presagios.
Nos quedamos desnudos en la calle
y escudados tras las rosas del Pekín imperial.
resistimos a ciegas los lamentos del Bowery.
Un jueves de noviembre desligamos del tiempo
los frutos y los árboles de la renovación
y salimos de aquel paradisíaco montón de
rupestres ilusiones,
para entrar en la cueva nuclear de la esperanza.
Fue una noche que pudo celebrarse a sí misma
y obtuvo sin embargo las huellas y vestigios
de nuestros pies enamorados.
Noche para la noche y apenas la testiga
de todas las canciones que nunca cantaremos.
Rubia noche de pétalos repasando el aire.
que alumbras el camino para que el barco llegue.
y que lloras el luto todavía
del viejo Zepellin bajo tu cielo .
Junto con Casiopea partimos el cordero
que transpira en las calles de la Quinta avenida.
y al detener los sueños de la calle segunda
decidiste perderte con las Siete Cabritas.
Aquel jueves reímos en mitad de la noche
como si no existieran otras noches de júbilo
y a las doce rompimos el cesto de la muerte
y ofrecimos manzanas a cambio de otras vidas.
Con Pegaso quisimos olvidar nuestros nombres
para ser un quinteto de dolores alegres.
y con Argos lanzamos a volar los tormentos
como cuervos heridos sobre la Vía Láctea.
Éramos cinco rostros apacentando el aire.
transformando en espejo los destellos perdidos.
Aquel jueves insólito logramos redimir
a la noche de todos sus pronombres malignos,
y calzando los viejos zapatos de ceniza
la maldición rompimos prolongando el hechizo.
El Taller del pintor exhibía una lágrima
con la firma borrosa del nombre del ausente.
Esa noche, reunidos, sin querer separamos
a las penas que vuelan de las penas que marcan"
y sin prisa empacamos el pasado y futuro
con lo ásperos mitos de la Calle primera.
San Silvestre pedía sin rezar una noche
que pudiera librarlo del suplicio del tiempo,
y de los cabos sueltos de los buques fantasmas
aprisionaste el grito sobre el surco de un disco,
para que no subieran al Empire las condenas,
para que no cayeran maldiciones obtusas
sobre el íntimo oleaje del muelle de Manhattan:
esa noche, no tuya, de las cinco vertientes,
supo entrar como nunca con triunfantes carruajes
la mayores, a las osas menores,
hasta inundar la historia más secreta del subway
la que devuelve el humo de crímenes mayores
sobre los cinco rostros que ayer fuimos y hoy somos,
clavados sobre un blanco giratorio que se aleja y que vuelve a comenzar.



De: La libertad inútil



CARMEN ALARDÍN






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