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palabra virtual

La voz de Olga Orozco    
    Editora del fonograma:    
    Poesía en la Residencia    
por Olga Orozco    

    Este poema forma parte del acervo de la audiovideoteca
    de Palabra Virtual

Puntos de referencia


He acumulado días y noches con amor, con paciencia
—ah, con ira también, un resplandor de tigres en la oscura
          desdicha—;
los he petrificado alrededor del sitio donde habito,
que no es más que una pálida espesura en medio de la
          enrarecida vastedad,
una exigua sustancia expuesta a los pillajes y a la furia desatada
          del tiempo.
He juntado vestigios, testimonios que acreditan quién soy,
credenciales irrefutables como un juego de espejos en torno
          de un fulgor,
certezas como cifras esculpidas en humo.
Puedo afirmar que no hay bajo este cielo nada que no perdure
          por mis ojos
y que un ínfimo insecto conserva su lugar de honor en mi
          muestrario.
No soy menos que un topo; algo más que una hierba.
Sin embargo no encuentro mi verdadera forma ni aun a
          plena luz,
por más que me recuente, me recorra y persiga por fuera y por
          debajo de la piel.
Siempre hay alguien en mí que dice que no estoy cuando me
          asomo,
alguien que se desliza paso a paso a medida que avanzo
hasta dejarme a ciegas, asida solamente a un nombre, a la
          ignorancia.
Porque hay prolongaciones inasibles que llegan más allá,
zonas inalcanzables donde tal vez se impriman las pisadas de
          Dios,
subsuelos transparentes que se internan a veces en los jardines
          de otro mundo
y al regresar expanden un perfume semejante al del alba.
¿Y esos bloques errantes, continentes en fuga como ballenas
          blancas
que rozan las fronteras propagando el pavor y no regresan nunca?
¿Y qué fronteras rozan, si he forzado hasta el máximo la vista
          y el insomnio
y donde me aventuro no hago pie, me pierdo en los abismos?
¿No he arrojado preguntas como piedras y amores como
          escombros
que están cayendo aún, que no han tocado fondo todavía?
Inmenso mi animal desconocido, mi armazón insondable,
          mi esfinge nebulosa.
Y ningún emisario, ningún eco, que no sea este cuerpo
          inacabado.
Toda una confabulación de lo invisible para indicar apenas
          que no soy de este mundo,
sino tan sólo un testimonio adverso contra la proclamada realidad,
una marca de exilio adherida a las grandes cerrazones donde
          comienza el alma,
acaso con un himno, quizás con un sollozo.

Pero dime, Señor:
¿mi cara te dibuja?




De: La voz de Olga Orozco



OLGA OROZCO






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