Noche! Sublimación! Silencio!
La palabra más íntima también estaba helada.
Nos mirábamos lejos, más allá de la esfinge,
más allá de las voces, más allá de la carne,
más allá de los ojos, de la luz, del ensueño...
Y ella no pudo más y me encerró en sus brazos,
y yo no pude más y la agité en mi anhelo!
Noche! Sublimación! Silencio!
La intención más ardiente nos parecía helada.
La estrella más remota nos parecía impura.
Nos buscábamos mucho, sin mirarnos ni oírnos.
Cada vez que se unían nuestras almas altísimas,
volaban más, subían más, y se encontraban
y volvían al vuelo con más amor y sed,
y así nos disolvimos en un inmenso vértigo...
Y ella no pudo más y me encerró en sus brazos,
y yo no pude más y la agité en mi anhelo!
Noche! Sublimación! Silencio!
Hasta las aguas muertas parecían nerviosas.
Hasta el jardín de invierno nos parecía inquieto.
Hasta la noche vasta y honda parecía
agitar su gran calma de sombra ante tu ensueño.
Estábamos tan mudos, tan quietos, tan inmóviles,
estábamos tan lejos en la luz que no cambia,
entramos tan adentro del éxtasis divino,
habíamos llegado a un silencio tan último....
Que ella no pudo más y me encerró en sus brazos
y yo no pude más y la agité en mi anhelo!
De: El vuelo de la noche
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