☰ menú
 



Anotaciones

Dulce enemiga

que llevas al hombre

más allá de sí mismo.



Adoro tus perfecciones

y tus fulgores sobre mi cuerpo helado.



Recorres a zancadas

los cielos —nada apacibles—

y las estrellas incesantes

y las estrellas quietas.



Bella al alba y al crepúsculo

dueña de la vida

todo te magnifica.



Ante vosotros llego

soberanos de la gran ramera

con la vieja segadora de vidas.



Otorgadle,

como a los secuaces del gran negocio,

pasteles y agua y aire

y una casa solariega en Manhattan.



Retrocede, Sui,

viejo cocodrilo

no me acometas

vete

no cortarás mi juventud.



Mis versos

como cuchillo de pedernal,

mis versos

como muelas de joven caballo,

destruirán tus ojos y tu boca.








HAROLD ALVARADO TENORIO




regresar