☰ menú
 



El lamento de José de Arimatea

No soporto la voz humana,
mujer, tapa los gritos del
mercado y que no vuelva
a nosotros la memoria del
hijo que nació de tu vientre.

No hay más corona de
espinas que los recuerdos
que se clavan en la carne
y hacen aullar como
aullaban
en el Gólgota los dos ladrones.
Mujer,
no te arrodilles más ante
tu hijo muerto.
                    Bésame en los labios
como nunca hiciste
y olvida el nombre
maldito
de Jesucristo.

    Así arderá tu cuerpo
y del Sabbath quedará
tan sólo una lágrima
y tu aullido.







De Poemas del manicomio de Mondragón


LEOPOLDO MARÍA PANERO




regresar